Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 118

HOLA PASAJEROS !!!!!!!!!!!!

Nuevamente en viaje, llevando la palabra de los creadores a todos los rincones, para iluminar, sorprender, divertir, emocionar. Para crear un lazo que supere fronteras, ideologías y creencias. Pues la palabra tiene fuerza y está viva.

Y así el trencito se pone en marcha. Humeando la locomotora y atenta a la campana del jefe de estación. Esta maquinista quiere hoy comenzar el viaje con un modesto homenaje a un grande de las letras cordobesas: JULIO HORACIO YOFRE MOYANO. Tuve el placer de compartir con él largas charlas, en Villa Dolores y en su hogar en la capital cordobesa. Fue un amigo dilecto que me honró con su afecto y de quien mucho aprendí. Nació y vivió en la ciudad de CÓRDOBA hasta su muerte. Colaboró en diarios y revistas, una de ellas “LAUREL” dirigida por el poeta Díaz Bagú. Libros: “La sangre que resbala”, “Otoño adentro”; “Lo que el ángel me deja”. Asimismo publicó varias plaquetas. Asiduo asistente al Encuentro de Poetas de Villa Dolores (Córdoba). Traigo hoy sus poemas, exquisitos, plenos de emoción y luminosidad. Espero los disfruten.

 
RESPONSO POR LA SOMBRA DE MI PARRA

Hoy sepulté la sombra del último verano,
benéfica y gratuita.

La que alivió mis siestas y noches en Febrero,
la que veló mis sueños sin pesar en mis ojos.

                   De tanta luz bebida,
                   palideció su rostro.

                   Mediando el mes de Junio,
                   se fue con el Otoño.


APUNTES DE UNA LLUVIA

Tras de sedienta espera,
llegó
          por fin,
                        la lluvia.

Liviana para el aire,
el agua,
como las hojas, cae.

Parpadea la sombra:
como perro embravecido,
ladra el fuego
y entremezcla la música y el ruido.

                             (Es noche de bengalas
                             festejando la lluvia)


POR QUE DE MI NOSTALGIA

El tiempo, detenido,
escucho que me llama desde el lugar de siempre.
Los recuerdos me aguardan.
 
Bendita sea l memoria, que al corazón desciende,
a revivir mi vida y de los míos,
devolviéndome arrullos del regazo materno
de cuando yo era un ángel…
 
                             (No sé si aun soy niño
                             porque me apura el hombre
                             buscándose a si mismo)
 
Acudo a mi nostalgia,
si me llama,
porque siento que en ella,
mi corazón se lava.
 
 
LA PIEDRA
 
Embravecido mar frente a celeste playa.
Montañas y hondonadas.
Eso es Pampa de Achala.
 
Miro la piedra y pienso:
endurecida tierra. Fuego congelado.
 
Aquí, compadecida el agua se demora en las grietas,
y aguarda que despierten raíces a beberla.
 
                        (Un verde niño,
                        bebe la luz,
                        y con la brisa juega)
 
Mirando el Champaquí,
pienso en los Andes y su eterna nieve,
custodia de los fuegos demorados.
 
Meditando en la piedra,
creo que dios, en ella,
guarda su silencio.
 
                       del libro “Lo que el ángel me deja”
 

EL CHUBASCO

 
Tarde de sol, rubia como de greda.
Se apetecen potásicas naranjas.
Es que pesa hasta el hierro de la sangre.
Cambio, anuncian los reumas y los gallos.
Seco trueno se aleja entre derrumbes,
veda la astronomía y, de pronto,
como un enorme burro desbocado
bate el viento sus patas;
corre el canto de gallos y ladridos,
y hay pánico en los árboles.
 
Todo un peso de mar soporta el aire;
de mar embravecido que deriva
carabelas, fragatas y veleros,
moviliza cetáceos y peceras,
y en su periplo el viento
circunnavega nubes,
quema azufre en el aire,
inventa quemazones,
observa plantaciones, besanas y jardines,
cristaliza una napa y les tritura,
y abre todos los grifos de las fuentes.
 
Ya pasado el chubasco,
un fresco y grato olor deja la lluvia;
-sabe a dulzor de hinojo y gramillales-
además, un alivio,
y aparecen curiosos que comentan
un dolor vegetal que los conmueve,
mientras allá en el aire limpio, despejado,
el cielo es un cardumen de plácidas sardinas.
 
                      del libro “Otoño adentro”

 
Nos despedimos de los tantísimos amigos que tenemos en Córdoba y nos fuimos hasta el aeropuerto, para embarcarnos rumbo a México. Allí nos reencontramos con un amigo que ya ha viajado con nosotros: DANIEL GOROSITO. Nace  en Montevideo, Uruguay el 24 de junio de 1961. Radica en IRAPUATO, MÉXICO desde 1991. En el año l999 obtiene la ciudadanía mexicana por naturalización. Estudios en Periodismo aplicado a los Medios de Comunicación Social con Postgrado en Enseñanza Universitaria.  Licenciado en Sociología. Diplomado en Desarrollo Humano Integral. Catedrático Universitario, Periodista, Conferencista,  Poeta, Ensayista e Investigador. Ha obtenido premios de periodismo, ensayo, cuento y poesía en México, Uruguay, Brasil, Argentina, Estados Unidos, Alemania y Francia. Ha integrado antologías poéticas en México, Argentina, Italia y Estados Unidos. Columnista de Análisis Internacional y Temas de Defensa en publicaciones de México, Uruguay, Argentina y Ecuador. Miembro de la Unión Católica Internacional de la Prensa (UCIP), Poetas del Mundo y Red Mundial de Escritores en Español (REMES). Ha publicado en Brasil, Ecuador, Suiza, Italia,  México, Argentina, Uruguay, Colombia, Estados Unidos, Chile, Cuba, España, Rusia, Israel y Paraguay. Integra 10 antologías internacionales y 3 nacionales (Poesía, haikus, poemínimos y microcuentos). Les traigo hoy sus poemas, plenos de emoción.
E Mail: wd_gorosito@yahoo.com.mx

 
ESCOLLERA SARANDÍ

Un domingo de julio
llueve.

El viento iracundo y helado
 rompe el silencio inaudito.

Montevideo ciudad mágica
entre el mar y el cielo.
La calle está sola
una cafetera la cruza
es del tiempo del ñaupa.
Un canillita parado
en la puerta del boliche
con su grito
invade el empedrado.
Surgen pedacitos de nostalgia
nada queda del ayer.
Quizás el viento recuerde algo
atrás quedaron voces…
El diluvio persiste.
Agua terca.
Lenta tristeza
penetra en los poros
de la cotidianeidad.
A lo lejos un linyera
deambula extraviado por la escollera
cargando su imagen encorvada
que ya escuché en un Tango.
De pronto,
lanza una piedra al agua
que despierta la brisa marina,
de aromas salobres.
En el horizonte,
designios del destino            .
Los mástiles del “Calpean Star”
siguen devorando almanaques
y rasgan el gris impertinente
de la tarde.
                        2º Premio Concurso “Alberto Pocho Domínguez” de Poesía Ciudadana - Academia del Tango de la República Oriental del Uruguay - 2007.

 
PROMESAS DE AMOR
Prólogo de fuego.
El sol
te dora, ilumina
y refleja
tu color de espiga.
Y vos
criatura desvestida,
un cuerpo abandonado
piel de perlas.
Nuestros espíritus somnolientos
una mueca de cansancio
impide
intercambiar mariposas
y cuentas de cristal multicolor.
No sé
si ya existía
o entre los dos
inventamos el amor.
Aún hay tiempo
para poseer y
poseernos,
recuperando el cielo
que algún día
te prometí.
 

MAR AMANTES
 
El mar
alberga los sueños de amor,
los amantes
se buscan y se enlazan
entre las algas fosforescentes, corales y estrellas
creando su propio arrecife-.
Entre el murmullo de olas
y el cantar de gaviotas
te buscan los cuerpos
despojados de amor.
Los cobijas tiernamente
en la embriaguez
de las profundidades.
De pronto,
emerges como la sirena que eres
me abrazas tiernamente.
Desnudos en cuerpo y alma
arropados por besos salitrosos.
Los azahares de tu cuerpo
invaden mis sentidos,
primavera marina.
Las nubes con sus figuras
invitan a amarnos.
El agua no apaga nuestros fuegos.
 
 
México era una fiesta pero el trencito debía proseguir su viaje. Asi fue como aterrizamos en la provincia de Santa Fe para recibir al siguiente pasajero: RAMÓN GODOY ROJO. Este “joven” de 85 años, residente de RAFAELA (Prov. de SANTA FE) se presenta solo.  “A los seis años, procedente de Conlara (Cba.) llegamos con mi familia a Concarán, San Luis. Éramos trece hermanos. Yo el número diez. La escuela primaria para mi fue un martirio. En tercer grado quería dejar. Le argumentaba a mi mamá que ya sabía escribir, leer y las cuatro operaciones para qué más. Pero ese argumento no fue suficiente y tuve que terminar sexto grado. Ese día fue el más feliz de mi vida. ¡¡¡NUNCA MÁS LIBROS!!! Felizmente el trabajo me gustaba. Fui cadete de tienda, de farmacia, peón de albañil. A los 13 años entre como ayudante de playa de una estación de servicio al frente de mi casa. Al año siguiente quedé a cargo de todo; significaba trabajar las 24 horas del día y los 365 días del año. Nunca me sentí explotado.  Estaba cómodo. Tal vez lamentando no poder participar de los partidos de fútbol, únicamente. Al año siguiente, sorpresivamente recibí una carta expreso del Ministerio de Telecomunicaciones; se me comunicaba que “por  resolución ministerial ha sido nombrado mensajero en el correo local con 6 horas de trabajo de lunes a sábado y 75 pesos de sueldo”. En la estación de servicio ganaba 30. Fue lo que cambió mi vida. A los 17 años me ascendieron a telegrafista, empecé a relevar al jefe los fines de semana y ahí se me produjo un click: tenés que estudiar. Y empezó mi lucha. En el pueblo no había secundario. A los 19 años ya estaba decidido. Pedí traslado a Villa Dolores (me tenía que auto mantener), me inscribí en la Escuela D. Velez Sarsfield, y en  julio, tuve que regresar sin haber logrado mi propósito porque no me llegó el traslado.   Por diversas circunstancias, largas de contar, recién conseguí el traslado  en octubre, pero a San Luis. De inmediato pedí planes de estudio en el Colegio Nacional. Entre Diciembre y marzo rendí 1º libre. Hice 2º regular y rendí 3º libre. Me llegó la cédula de llamado para  el servicio militar y estuve incorporado 13 meses. Felizmente  me destinaron al  Distrito Militar 50 y como las tareas  no eran tan abrumadoras, tuve tiempo de estudiar y rendir 4º libre pasando a 5º, aprobándolo eximiéndome en todas las materias. En síntesis hice 2º y 5º regular. Luego opté por odontología y me fui a Córdoba terminando los 5 años sin ningún problema. Una síntesis: a los 19 años no había rendido ninguna materia del bachiller y a los 27 ya era odontólogo. Falta agregar que en San Luis fui a la pensión donde paraba desde hacía varios años, uno de mis hermanos. Quiso el destino que  la hija del dueño de la pensión fuera la dama que el destino me tenía reservada, y con la que compartimos nuestro andar desde hace 58 años, en total y perfecta armonía. Ella se recibió de Farmacéutica en San Luis y de Bioquímica en Córdoba, ya casados. Hace 50 años que  vivimos en Rafaela (Santa Fe),  ciudad que nos abrió generosamente sus puertas permitiéndonos trabajar con total comodidad, contando con numerosos amigos que nos hacen muy placentera nuestra vida. Mi hobby preferido es la literatura.  Mis dos libros editados, “Historias de Vidas” y “Historias Debidas” me llenan de satisfacción. Doy gracias a Dios cada amanecer por la senda que el destino me tenía reservado”. Agrego que varios de sus cuentos han obtenido premio en concursos nacionales, integrando varias antologías.  Hoy nos trae sus cuentos que espero disfruten como yo.

 

MI PRIMER GRAN AMOR

 
Recuerdo que frente al Colegio San Gabriel de Corrientes, había una librería que vendía artículos escolares y textos de libros. Se había hecho famoso este negocio entre los muchachos, no tanto por los útiles escolares que allí se podían adquirir, sino porque tenía una empleada con una silueta escultural que los atraía como mosca  a la miel.

Yo también  fui atraído por ella;  francamente quedé impactado por la belleza típica Italiana de esa muchacha. Su simpatía proverbial con su enigmática sonrisa y su cabello renegrido  contrastando con la  blanca piel de su hermoso rostro. Realmente quedé sin palabras ante tamaña e inusitada belleza.

 Entonces  al verme confundido me preguntó:

 -¿Qué desea joven,  una carpeta o tal vez un libro? 

- Un libro, -le alcance a balbucear...

-¿Cuál...? :

-Los poemas de Paul Verlaine...!  -manifesté.

 A lo que ella respondió con una sonrisa amplia de su boca inquietante ¡Qué romántico ...! y arrimando una escalera a un estante repleto de libros, procedió a subirse armoniosamente.

 El espectáculo de sus piernas blancas, alabastrinas,  torneadas  a la  perfección, llenas de vida, me dejó anonadado. En un momento resbaló de la escalera y se le cayó un libro;  entonces presuroso, para que no se dañara en la caída, la protegí con mi cuerpo, y pude sentir su agitada respiración y sus tibias formas adheridas a las mías. Una sensación de felicidad me recorrió por completo con  sabor a gloria. Ella se sonrojó y yo   quedé    perturbado...

 Desde entonces diariamente visitaba la librería con cualquier excusa; por una goma,  un secante, etc.  Siempre  me recibió con una sonrisa franca y encantadora; era evidente que se estaba generando ente ambos una corriente de simpatía.

Una noche cuando concurría a mis cursos nocturnos de la Marina Mercante, no sé por qué razón adelanté mi horario y el mismo coincidió con el horario del cierre de los negocios. Entonces la vi que iba sola caminando por calle Mendoza. Presuroso le  intercepté el  paso y solicité su permiso para acompañarla, cosa que aceptó de inmediato, sin retaceos. Cada vez que cruzábamos una bocacalle tomaba con firmeza  su brazo y  ella se dejaba conducir dócilmente; se podría decir que adivinaba mis movimientos. Hablábamos de la tortuosa poesía de Charles Budelaire y la sublime de Paul Verlaine y ambos recordábamos de memoria, algunos de los más sentidos poemas de ellos. Desembocamos en la calle San Luis, donde súbitamente, las brillantes luces del centro, con sus vidrieras y escaparates rutilantes  de fantasías, cedían a las sombras de la noche y a la  deficiente iluminación, hasta aproximarnos a la pasarela elevada que estaba ubicada sobe las vías del Ferrocarril Belgrano. Cuando subimos la angosta escalinata rodeé con mi brazo su cintura y pude sentir entonces un estremecimiento y una exquisita calidez;    y ya en la angosta pasarela, casi sin luz, no la solté y ella no se resistió, como asustada de la altura se “pegó” más aún a mí.

 Desde arriba, las vías del tren  brillaban a la luz de la enorme luna llena como cintas de plata, enmarcando  ese escenario;  paisaje de suburbio y soledad.

La noche era bastante fría.  y a medida que avanzábamos con lentitud, sentí su respiración fatigosa. Un silencio cargado de voces extrañas como coros lejanos parecían arrullarnos; entonces ella detuvo su paso, se apoyó sobre la baranda, sus ojos  brillaron en la tenue luz lunar, y en ese momento    nuestros labios se sellaron.

 Nos sobresaltó el agudo  silbato  de una locomotora que raudamente pasó por la parte de abajo y  nos llenó de una nube de cálido vapor... Balbuceé algunas palabras de amor y muy unidos en un abrazo, fuimos descendiendo las escalinata de la pasarela hasta desembocar en la calle Uruguay, bordeada de añosos árboles, y pronto desembocamos en la plaza, que era toda luz y destellaban en las chispeantes aguas de su fuente rumorosa.

-¡Soltame! -dijo ella,  -en esa esquina está mi casa y la que está en la puerta es mi mamá. –

La casa de mi abuela estaba a tres cuadras de allí; sin saberlo éramos casi vecinos...

Y así fue que  noche tras noche, nuestro amor avasallante se  afianzara  rápidamente de  una manera incontenible  a la manera de Charles Budelaire y sus “Flores del mal”.

 Cundo volví de la visita que realizara a mi padre en Villa Edén, le conté de la decisión del mismo sobre mi persona. Entonces una sombra de profunda tristeza cruzó su rostro. Es que tendríamos que separarnos justamente cuando lo nuestro recién había comenzado...Hasta que yo fuera médico, tendría que pasar mucho tiempo y a muchos  kilómetros distancia. ¿Qué pasaría entonces con nuestro incipiente amor?...

Por su propia iniciativa, ella  tomó una decisión; se entregaría a mí    para consolidar así nuestro amor...

Y así fue como sin pena ni gloria,  muy poco romántica y distinto de lo que había soñado y deseado, de una manera vulgar y obscena fue mía...

Tuvimos que juntar algo de dinero para costearnos una habitación en un hotelucho de mala muerte, situado frente a la estación Ferroviaria del Belgrano. Ella estaba muy ansiosa y yo muy preocupado, contrariado por tal circunstancia. Había deseado en mis ensueños románticos una playa de arenas rubia y fina, a la luz de la luna brillando sobre su cuerpo en nuestra primera relación. No así, de esta manera como a una prostituta cualquiera...

-Tienen una hora!...-nos dijo una gorda madam, que tenía mas rímel en la cara que grotesca mascarita de carnaval,...

Una puerta evidente baqueteada pintada de verde, nos condujo a nuestro nido nupcial. La  habitación no podía ser más vulgar: piso de baldosas rojas desteñidos y deteriorados por el tiempo y  un camastro de madera que impresionaba como un féretro. En una cómoda, cubierta de una marmolina gris, estaban las toallas desteñidas, un jarrón antiguo floreado con agua y una palangana de terracota también floreada, completaban la escena típica de siglos pasados.

¡Tan distinto a lo que yo había soñado para esa primera vez!

 

 “HACIA LA DOCTA

 Mi padre me ordenó lo siguiente: vaya a la Estación  del Ferrocarril, reserve un boleto hacia Córdoba en el coche motor de mañana. Cuando llegue a la Estación de Alta Córdoba se toma un mateo, a los efectos de que lo traslade al Hotel San Martín, donde ya le he reservado alojamiento. Llegará a Córdoba el sábado por la  tarde, paseará y conocerá hasta el domingo. El lunes a primera hora, se me va a la Facultad de Medicina que queda a cuatro cuadras de ahí, para inscribirse. Y  el lunes por la tarde lo quiero de  vuelta. ¿Entendió? Aquí tiene  dinero suficiente para sus gastos ¡Buen viaje Doctor!...

El viaje me resultó espléndido: en cómodas butacas, ambiente calefaccionado, servicio de bar a bordo y el “bicho” se desplazaba por la campiña a unos cien kilómetros horarios. En unas pocas horas ya estaba en Córdoba, donde ya podía ver por las ventanillas, sobre el horizonte los oscuros perfiles montañosos de las sierras Cordobesas. ¡Espectáculo sorprendente y  único que experimentaba por primera vez! ¡Y  cuántas  emociones nuevas y gratificantes me esperaban aún!

En Córdoba empezaba a anochecer,  y desde el mateo que se desplazaba presuroso por la ondeante Avenida General Paz, de Alta Córdoba, pasando por  el coqueto barrio Cofico, desde donde se podía contemplar la gran ciudad que comenzaba a encender sus luces rutilantes enmarcado espléndidamente por una cinta de plata que era la famosa Cañada.

A medida que se desplazaba el mateo, entre el tráfico  intenso de vehículos, tranvías,  trolebuses y gran cantidad  de apurados peatones, latía el pulso acelerado de la gran urbe mediterránea. Quedé totalmente deslumbrado; dos ojos eran pocos para tratar de ver y sentir toda esa palpitante maravilla.

Hay que tener en cuenta que era la primera vez que visitaba una gran ciudad. Enredado en el tráfico endiablado, el mateo pasó enfrente al histórico Cabildo, más allá un magnifico monumento colonial: la Catedral y frente a ella la Plaza San Martín,  se detuvo el mateo:

 -¿Hemos llegado señor..!!

 Temblaban mis piernas de la emoción y me sentí como un  príncipe cuando ingresé al Hall del hotel, bordeado  de columnas coronadas de hermosos capiteles, y  me dirigí  hacia  la conserjería donde mi padre había hecho la  reserva; mi habitación estaba en el  tercer piso, y desde un amplio ventanal  podía observar gran parte de la rutilante ciudad y las avenidas que “trepaban” hacia Alta Córdoba.

-El comedor se abre a las veinte horas y a las doce de medio día;  tenemos servicio de bufete  a cualquier hora y puede solicitarlo por el teléfono a su habitación...! -manifestó el conserje.

Cuando me estaba duchando, sonó el teléfono en mi habitación. Era mi padre, para saber como había llegado y si todo estaba en orden.

Me recomendó que visitara una serie de céntricas confiterías con espectáculos,

-Esa es su ciudad, disfrútela mi hijo, como yo lo hice en mi época de estudiante.  Ud. Doctor, bien merecido se lo tiene-...! y con voz visiblemente emocionada  cortó la comunicación...

Después de la cena en el lujoso comedor, el mozo me asesoró acerca de donde se encontraban las confiterías  de espectáculos recomendadas por mi padre  y hacia allí encaminé mis pasos; cada vez más asombrado por el intenso  movimiento.

 Peatones, todos apresurados  y sus tortuosos pasadizos donde las rutilantes luces de sus vidrieras ofrecían un espectáculo totalmente desconocido para mi.  Cada instante  era una sorpresa   me sentí inmensamente feliz.  En las diversas confiterías que visité esa noche, inmerso en ese mundo ciudadano, disfruté plenamente  de los mágicos espectáculos, de las canciones, de sus intérpretes y me aturdí en los aplausos de esa multitud...

A altas horas de la madrugada, regresé al hotel, henchido de felicidad; es que  había tomado posesión plena de la que sería en adelante  “mi ciudad”.

Me despertaron las campanadas de la Catedral que tenía enfrente. Entonces me levanté presuroso, desayuné como un gran señor y asistí mezclándome en el Santo Oficio dominical, que me recordaba los días vividos  en el Colegio San   Roque de  Las Violetas y entonces agradecí a Dios por haberme premiado después de tantas vicisitudes que había vivido. Ese Domingo “glorioso” paseé por la Cañada, el parque Velez Sarsfield, el parque Las Heras y me deleité caminando por el Boulevar San Juan con sus típicas calles  en dos niveles.

El lunes temprano fui al Decanato de la Facultad de Medicina y me inscribí en Medicina como alumno regular. Y, ¡¡Oh sorpresa!! ¿A quien encontré en la cola? A mi amigo Scarafía, compañero de curso en el Colegio San Roque, que venía a inscribirse en  Odontología. Entre calurosos abrazos de alegría me contó que él había quedado como presidente  a cargo de la Congregación, de la que yo fuera fundador hasta mi expulsión.

Al rato nomás dijo: - Mirá quien está en la cola: la morsa Brunas, el otro compañero del mismo curso que venía a inscribirse en Bioquímica ¡Qué casualidad! Los viejos y queridos compañeros de andanzas, otra vez juntos...!

En un intercambio de múltiples abrazos, evocando los viejos tiempos, una vez más el destino nos juntaba... Entonces decidimos vivir en la misma casa de pensión y constituirnos en una triple alianza  denominada:  “La barra de los Correntinos”...

Ya no estaba solo en mi querida “docta”. Ese mediodía nos despedimos; ellos retornaron a  Corrientes y yo a Villa Edén. La suerte que otrora me fue esquiva; ahora me premiaba en demasía...

Por la tarde,  en la Estación Ferroviaria de Villa Edén estaba mi padre esperándome, su rostro hecho una pascua con una amplia sonrisa, sus ojos, tras los cristales de los lentes, brillaban de alegría. Su actitud inesperada logró emocionarme y una furtiva lagrima rodó sobré  mi mejilla...

Ansioso  requirió mi libreta de inscripción en la Facultad de Medicina, y entonces me abrazo fuertemente mientras decía: -Mi hijo, el Doctor...¡

 ¡Qué gratificante nuestra mutua felicidad!

Los días siguientes  transcurrieron vertiginosos, plenos de eventos sociales; entonces fui el niño mimado por mi pueblo y todos querían que les aplicara las inyecciones el futuro Doctor...

Ya cercana la fecha de comienzo de clases, solicité el permiso   a mi padre, para ir a Corrientes  a despedirme de mi abuela y de mi gran amor.

Sabía que la despedida sería cruel, dolorosa.  Deshecha en un mar de lágrimas mi amor, ya presagiaba  que nuestra separación sería el epílogo del triste final de nuestro apasionado  amor... Ella lo intuía,  lo presentía, por eso la causa de su amargo  llanto, porque sutilmente percibía que era el principio del fin...

Juré que nunca la abandonaría ni dejaría de amarla, y que mantendríamos  vivo nuestro amor, escribiéndonos frecuentemente.

En fin, aunque se tengan  buenos propósitos, la distancia y el tiempo van fatalmente diluyendo todo, y termina destruyendo un amor que parecía indestructible. 

Partí, finalmente de Corrientes, con la bendición de mi abuela, y  el beso ferviente de despedida de mi amor.  Por primera vez en mi vida sentí  pena y desazón, que no había sentido ni en los peores momentos  del desarraigo de mi familia, cuando estuve pupilo en el Colegio San Gabriel.

 
Nos despedimos de Ramón, degustamos unos deliciosos alfajores santafecinos y … ¡¡seguimos!!! Pues el último destino era la ciudad de Buenos Aires, para recibir a nuestra amiga CRISTINA VILLANUEVA. Nació en BUENOS AIRES, ciudad donde reside. Psicóloga egresada de la universidad de Buenos Aires, poeta y narradora oral. Le otorgaron numerosos premios en poesía y cuentos breves. Publicó en revistas del país, Austria, España, Uruguay e Israel, en papel y virtuales. Publicó en antologías de Argentina, Cuba y Colombia, entre otras una antología de poetas editada por la Biblioteca Nacional y otra antología de poetas cubanos y argentinos. Forma parte del consejo de redacción de “Te doy ni palabra", noticias de los cuentacuentos, escribe el editorial y otros artículos. Se desenvuelve como animadora cultural de espacios de literatura en bares, librerías, centros culturales y en la radio. Participó como invitada en encuentros de narración oral en el país, en España, Uruguay, Colombia y Cuba. Dictó talleres literarios y de narración oral en Misiones, en la Feria del libro de Catamarca, Mendoza, La Plata, Olavaria. Es también Coordinadora en la Argentina de la Bienal de Oralidad que se realiza en Santiago de Cuba. Participó y dio talleres de N.O en encuentros de culturas hermanas y en encuentros de poetas en Cuba. Coordinó junto con Claudio Ledesma el encuentro Cultural Habana en el año 2009 y 2010 que se realiza en Cuba. Publicó Cuentos para Convidar, Editorial Mima, 2002, Lengua Suelta, Editorial Generación 2220, gente de arte, 2007. Relaciones Textuales de Editorial Patagonia Poesía, 2009. Festín Efímero de editorial Instituto Lucchelli Bonadeo. Forma parte del Círculo de Cuenta cuentos que todos los años realiza el Festival Internacional “Te doy mi Palabra”. Participa en la organización tanto del Festival como de "La noche de los Cuentos" en bares de la ciudad de Buenos Aires y en la Narratón 24 horas de cuentos. Participó de la Cátedra de Narración oral en La Facultad de Periodismo de La Plata. Nos deja hoy un poema y varias micro prosas poéticas. Espero les gusten.

E Mail: libera@arnet.com.ar

 
Gracias a la vida
Creo en Violeta Parra
alumbrada de música y poemas
En Salvador Allende su entera dignidad
En Miguel Hernández su huella
de sangre y de belleza
En la libertad que escribe incesante con
uñas en los muros.
En la alegría, el abrazo.
En la fiesta que continua al dolor
en la dulce tristeza
en las flores
la amistad
creo en los luchadores que buscan
en la ternura
en la oscuridad salpicada de sueños
en el arte de pensar
los libros en la cama
sobre la mesa
en los libros que asaltan todos los rincones.
En mi ciudad, mi casa, mi cuerpo, surcados de
latidos.
En la
leche tibia de las palabras.
En la rebelión
En los títeres,
el cine, los cafés, los recuerdos,
la murga
en el amor
que acaricia a todo lo que creo.
 
El café, los diarios, ciertas lloviznas, unas rosas rebeldes, libros en la cama, marchas, multitudes, la música de los amigos, palabras en red, un silencio poblado, algunas callecitas de Palermo, la voz de Cortázar que cuenta, los compañeros del alma de La República Española, paisajes italianos que caen abruptos para entregarse al mar, el malecón de Cuba, esas manos que cubren, la belleza del deseo abriendo la piel, jugar a tocarse con lenguaje; el alivio después que la piedra del dolor se levanta, pestañas en seda acariciando la noche; jardines a tientas, una foto olvidada, zapatos viejos, los sueños por venir, la voz que me dice no te rindas, el infinito pequeño de la vida.

 
Deseos

Quisiera ser fiesta, una guirnalda de flores rojas que encienda las mañanas. La mesa con manteles blancos. Mar cálido que acune en su vaivén .Lluvia que limpia. Una negra bahiana que bambolea en su cuerpo la música-del mundo. Esencias en el escote. para jugar al tesoro escondido. Puntillas, filigranas, agujeritos para espiar. Una voz para contar como se viaja a Itaca en el borde del poema. Quisiera ser telas, una seda para las caricias, terciopelo para el roce casual, la carta de Seda. La selva con su techo de hojas y la luz que se filtra y el rumor de los insectos y la flor abierta y el lugar entre los árboles donde se liberan perfumes que acarician


Biblioteca cuerpo casa

Los libros se aduelan de la casa que es como un adueñarse con pena porque son nómades, libres, no esperan ser amos, les gusta desparramarse como el agua, van desde la multiplicidad hacia las manos y los ojos y se derivan en tiempo, azar, deseo, memoria. Hay una biblioteca que sube escalón por escalón a la promesa de cielo, siempre incumplida. Estantes blancos que abrazan los vacíos. Mis libros preciados, están adelante, enfrentados con el jardín, abriendo diálogos vegetales. Se cuentan un origen común. En ese espacio que es como un balconeo de cuerpo femenino nutricio. Libros que hablan sobre libros, miniaturas de cuentos, fragmentos y esas lecturas de placeres textuales, los que producen cierta exaltación, van y vuelven, a la cama, al sillón rojo del dormitorio .Hay varios en juego, para darles pequeños mordiscos, o tocarles las páginas hasta que suelten un olor, un secreto, una caricia.. Son los elegidos que comparten ese amoroso abrazo con la biblioteca del dormitorio, la de adelante se pronuncia, me incita. La de atrás, poesía; la del consultorio, psicoanálisis. La de otro mueble biblioteca, temas sociales, los libros del ausente, sus marcas, los que nunca leí. Hay una biblioteca, viva, vital y otra que casi no se toca y otra más, detrás de un mueble como un secreto inmovilizado, mudo. Porqué dejaremos en la oscuridad ciertas zonas, ciertos libros, en este caso la dificultad de acceso parece justificarlo, aunque lo perdido, lo soslayado, no siempre tiene lógica. Pensarlo angustia, esa ciudad que no vimos, el lugar al que no llegamos, lo que ya no conoceremos. Los oscuros- claros, la civilización y la barbarie, el cerrado espacio sin salida. Del lado de la luz, la mesa con su mantel bordado de flores de Guatemala tiene cajitas que guardan poemas y pequeños textos que convido. Como bombones. En un labrado porta Corán se ofrecen servilletas y poemas, asoma un Borges dando inesperados giros. A veces, a cierta distancia, me parece ver un barco entre los libros. Me gustaría tomarlo, escribir lo que queda del día, navegar ese mar de lenguaje y convidar. Convidar palabras, muelle, mórbido, huella, preciosa, almohada, hada, Alhambra como un palacio de las 1000 y una y contar, leer, escribir, infinitos cuentos. Una noche más para gozar de la felicidad clandestina de los libros que se pierden y recobran. Una noche más, que han quedado tantos sin leer en los recovecos de mi propia casa. Una noche más.


Esta lengua es mía

Me la donaron .Nací en su mar .Me incubaron de horror, de asco, de pasión, de placer, de risa, sus palabras.

También me la gané, desagregando de todos los textos y las charlas, las que quedaron en mi y me representan.

Ahora, estoy en los zapatos de mi lengua como si fuera a bailar un tango que está por comenzar.

Estoy con los compañeros del alma de mi lengua diciendo en voz alta un discurso de justicia, de verdad.

Abriéndome a la ternura de la palabra quechua que nombra a mi nieta, una brisa que junta.

Los sonidos del italiano, del iddish, del gallego, del árabe, resplandecen, suenan y se abren.

Acá tan chiquita para tanta historia, una mujer saborea en su boca, con su lengua, el lenguaje sin el que no sentiría lo que siente, ni pensaría lo que piensa.

Su cuerpo no sería el que es, sin sus palabras propias, las de su placer, las de su dolor, las de su rabia. Emociones.

Es su lengua, la arrancó a mordiscos para decir su verdad frente a las versiones de los poderes. A veces suplicó una palabra de rodillas para expresar lo inefable.

Su lengua cobija al silencio como a un amigo que empuja lo que dirá mañana

A todos los que leyó y escuchó y a los que escucharon y leyeron esos que ella leyó y escuchó, cadena infinita, como una síntesis, un resplandor besado en la boca, gracias

 

Mi viernes

Viernes, un anuncio, una promesa, pequeño paraíso. El ruido del mar antes de que aparezca, la carta sin abrir, deseo de, lecturas, música, el olor del pan todavía en el horno, la espera del tiempo sin apuro del café con diarios desplegados en la cama. Una cita con la asamblea de pájaros del jardín. Un abrazo posible de paisaje. El esbozo de tanto, una síntesis de vacaciones en la brevedad de los dos días por venir .Si fuera poema un haiku.

 
La tradicional vuelta al Obelisco … una pasadita por la avenida Corrientes y … ¡regresamos al pago! Aquí los espero con sus poemas y sus cuentos, así como con su minibiografía. Pueden enviarlos a: letrasenelanden@gmail.com
La revista la hacen todos ustedes … ¡¡no sean perezosos y envíen material!! Para consultar todas las revistas anteriores, les recuerdo que están en esta página web.
Nos vemos!!!!!!!!!!!!!! Un abrazo
CRIS FERNÁNDEZ

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