Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 6

Y hoy llega un tren navideño ... cargado de buenos augurios para cada uno de mis lectores.

¿Qué les traigo? En primer término la obra de uno de los más descollantes poetas santiagueños de la actualidad: ALFONSO NASSIF. Nacido en Icaño (Sgo. del Estero) reside actualmente en Capital Federal, aunque no ha perdido su pasión por recorrer toda nuestra geografía. Presidió la S.A.D.E. - Sociedad Argentina de Escritores de su provincia natal en cuatro períodos. En el orden nacional fue presidente del Consejo Federal Consultivo de la S.A.D.E. y miembro durante varios periodos de la Comisión Directiva de S.A.D.E. Nacional.  Poeta, ensayista, dueño de una prodigiosa memoria que le permite recitar a los grandes poetas españoles sin un titubeo, recrea con su pluma incomparable los paisajes y personajes de su provincia, como se anima al amor y otros temas.
Tengo con él una deuda profunda de gratitud, ya que fue quien prologó mi primer libro de poemas "Poemas para tu Ausencia". Amén de ser un dilecto amigo.
Los dos primeros poemas que elegí, de su libro "Sed y Canto" reflejan una realidad y un sueño. Y no han perdido vigencia. Nada más digo... los dejo con su obra.

EN EL MERCADO


El viejo changador
levanta en sus hombros
la bolsa, el camión y la tarde.
¡Ah! Si pudiera alzar el mundo
tal vez no pese tanto.
Hay quienes lo llevan en la corona,
en el pan o la fiebre,
en el filo de un oscuro mando
y otros lo levantan sin saber
pedazo a pedazo, sangre a sangre.
Y todos llevamos al hombro
una porción de su muerte
con todas las fuerzas de la vida.
El viejo va dejando el mercado
enjugando el sudor y la espera.
Lleva poco del mundo
para servir la cena.

EL ÚLTIMO POBRE

                                     (Ocurrirá un día en el futuro)
                               
La curiosidad abrió la tarde.
¡Por fin!
¡Por fin!
Y hablaban del pasado
cuando aún existía
una raza parecida en la tierra.
“Yo no soy el culpable”
pareció decir.
Y volvió a su tarea de pobre
a caminar entre la multitud.
Y la gente
lo señalaba
contenta de conocer por fin a un pobre.
Y él siguió
su profesión de esperar

que nadie

le tendiera una mano.
                                                         Del libro “SED Y CANTO”


SU PIEL SOBRE EL PLANETA


No sé hasta dónde es de agua esta mujer
viajera espumosa de mis piernas,
esta frazada escrita de su tibia cintura
y el miedo a desarmar el tiempo
pronunciando palabras.
Que silencio estentóreo
ubérrimo de piel tiene la vida.
Los astros son fósiles oscuros
que callan los secretos.
La tierra me sostiene,
me espera y me sonríe.

UN SECRETO QUE OLVIDAMOS LOS DOS


El amor nos salva.
Vivo de tu cuerpo,
en la suave lumbre de tu sexo.

Respiro de tu piel con mi deseo
y comprendo el brillo del destino
en la verdad del tiempo.

Vivir: es un salto hacia fuera.
Morir: quedarse adentro.

 Necesito tu grito,
tu jadeo en silencio.
Busco enloquecido
 el placer de tu cuerpo,
las lujurias prohibidas
más allá de los besos,
los deseos ocultos
que tienen los deseos.

Encuentro las dulces fantasías
que tienes en tus sueños
y descubro tu grito
que lo guardo en mis besos.

 Hoy,
mantengo el compromiso
de callar el secreto,
tan solo tu belleza
la proclamo en el viento.
Sé que no está prohibido
encontrarnos de nuevo,
hay llamas, y recuerdos
que aún arden en el tiempo;
necesito la vida
que he dejado en tu cuerpo.
                                                     Del libro “POEMAS PARA EL AMOR”


Y ya que estamos dadivosas, les traigo también para inaugurar la sección de cuentos, uno de mi autoría. Tiene algunos años y un par de jurados decidieron que merecía premiarse. Creo que a las mujeres les va a encantar. Yo me sigo riendo tanto en su relectura como el día que lo escribí. ¡Ojalá sea de vuestro agrado!



GOLDEN  BOY

    Miraba por la ventana como la lluvia reverdecía el jazmín cuando sonó el teléfono.
    -¡Aló, nena! ¿Sos vos? - una voz aguda de mujer se desprendió del aparato y rebotó contra el cristal de la ventana.
    - Hola Corita, soy yo, sí ¿cómo andás?
    - Si no fuera por el reuma que con éste tiempo me tiene loca... Pero no es de eso que quería hablar - las palabras de Corita se atropellaban a los gritos.
    - Estuve charlando con las chicas, sobre ese espectáculo que viene de Buenos Aires, y hemos decidido ir a divertirnos un rato. ¿Venís con nosotras, no?
    Milagros suspiró imperceptiblemente. ¡Estas mujeres! ¿Se habían vuelto locas? ¿Tenían idea de qué clase de espectáculo era?
    - Mirá Corita, no creo que señoras como nosotras deban ir a divertirse viendo hombres... bueno... ya sabés... casi sin ropa. Es una indignidad y muy poco apropiado. ¿Qué va a decir la familia? ¿Y los amigos? Disculpame pero no, decididamente no.
    - Pero Milagritos, tenemos edad suficiente para que nadie vaya a pensar mal. ¡Hay que ser moderna, che!- insistió Corita, que no era de las que aceptaban fácilmente un "no". Y siguió machacando hasta arrancarle una promesa: lo pensaría y  la llamaría.
    La mujer colgó el teléfono con una expresión de fastidio y retomó su labor de "petit point".
    Cualquier observador imparcial diría que ostentaba muchas buenas cualidades, pero la belleza no era su rasgo destacado. Alta, flaca, con esa elegancia innata de las señoras "bien", un gesto permanentemente serio oscurecía su semblante y opacaba la belleza de sus ojos celestes. Quizá por eso había arribado a los setenta invicta: solterona y virgen.
    ¡Y las chicas!: Corita, Nené, Daisy y Amalia. ¡ Juntas sumaban casi trescientos años !. Habiendo todas enterrado a sus respectivos maridos, se dedicaban a la vida regalada: bridge y canasta, los tés de caridad, concurrencia a la iglesia, periódicas visitas a las amistades porteñas, partidos de polo, vacaciones en Europa...
    Sucesivas llamadas de sus amigas signaron los días siguientes. Y Milagros, mujer al fin, dió el esperado "sí". Pensó, para consolarse, que nunca es tarde para conocer lo que nunca se pudo apreciar personalmente, y que el buen Dios y el padre Ramón, su confesor, sabrían entender la situación. Después de todo, su edad era una garantía para no caer en las  tentaciones de la carne.

    La noche se presentaba cálida y estrellada. Las amigas arribaron a la confitería puntualmente, en el auto de Corita, y se sorprendieron de la escasa cantidad de vehículos estacionados en la cuadra. Los mismos de todos los días. ¿Se habrían equivocado de fecha?. La llegada simultánea de varios remises despejó la incógnita.
    - Parece que ninguna mujer quiere ser vista - aventuró Nené
    - Vos sabés lo que es este pueblo para el chismerío - retrucó Daisy. Y ante un gesto imperativo de Cora las cinco entraron en el local.
    La media luz dificultaba la visión,  pero a los tropezones y con la colaboración del mozo, por fin pudieron ubicarse. Una nutrida concurrencia femenina, cuyas edades oscilaban entre los veinte y ochenta años colmaba el local.
    - Corita ¿vos reservaste la mesa? - la voz de Milagros, incrédula y temblorosa, apenas se escuchaba entre el fragor de Luis Miguel sonando a todo volumen.
    - Sí, ¿por qué?- respondió la interpelada.
    - ¿Pero estás loca? ¡Estamos junto al escenario!- y el rubor encendió la cara flacucha de la solterona.
    - ¡Chicas! ¡Chicas! Vinimos aquí a divertirnos y no a pelear. Al menos en ésta ubicación nadie nos molestará cruzándose por delante - Amalia trataba de aquietar las aguas.
    La llegada providencial del mozo, trayendo los tragos, cerró la disputa. Y acto seguido, mientras el salón quedaba a oscuras, un potente haz de luz iluminó la tarima central que hacía las veces de escenario. Y el desfile masculino comenzó.
    Un rubio, de traje y maletín, con aspecto de "yuppie" fugado de la Bolsa, comenzó parsimoniosamente a despojarse de la ropa, realzando la tarea con sugestivos movimientos de torso y de caderas. Julio Iglesias estaba por finalizar el tema cuando el rubio dio fin al trabajoso destape (cosa comprensible dada su indumentaria) y posó con cara de satisfacción en un breve slip sugestivamente rojo.
    -¡No es para tanto, che! - la voz de Corita tronó por sobre los aullidos de la concurrencia
    - Mi pobre marido estaba mejor provisto que este flaquito - concluyó sentenciosa.
    Al "yuppie" siguieron un deportista, con la camiseta de la Selección y la número cinco rebotando graciosamente en sus manos, un señor vestido de cartero que, como despedida, metió la mano en la bolsa del correo y revoleó hacia la concurrencia media docena de calzoncillos multicolores, y un seudo mecánico con un precioso overol que jamás había conocido una mancha de grasa. La prenda tuvo la mala ocurrencia de tener trabado uno de sus broches, lo que demandó no pocos forcejeos del usuario para completar su tarea y poder mostrar a la concurrencia sus interiores.
    - Si ésto va a ser todo, tenemos que pensar que hombres eran los de antes - reflexionó Daisy, que había sobrevivido a  dos maridos, y que por lo visto esperaba ver algo nunca antes contemplado en materia de atributos masculinos.
    - Sin embargo,  a las demás el espectáculo les parece bárbaro - acotó Nené, a punto de quedar sorda por los aullidos de dos cuarentonas vecinas de mesa.
    Interrumpiendo sus disquisiciones hizo su aparición en escena un ejemplar que padecía el "síndrome del cuero". Campera, pantalones, botas, tiradores, hebillas y cadenas sobre la piel desnuda del pecho, y una gorra con visera: todo el conjunto en cuero renegrido. Un ritmo de "heavy metal" matizaba el momento. El morocho lucía  muy buen físico, producto de años de darle a los fierros. En los brazos profusamente tatuados resaltaban brillosos los músculos, y cuando terminó de sacarse los pantalones fue claro para las presentes que las protuberancias musculares alcanzaban todas las zonas de su cuerpo, incluso las más recónditas.
    A ésta altura la masa femenina estaba casi afónica de gritar y en un estado de efervescencia total.
    - Parece que no hubieran visto a un hombre semidesnudo en años- se asombró Amalia.
    - Pero querida, no es lo mismo ver como se te cae el marido en pedazos a medida que pasan los años que contemplar esta exhibición juvenil - el tono tajante de Corita no aceptaba debate sobre el asunto.
    La pobre Milagros, que no había pronunciado casi palabra desde que comenzara el desfile varonil, ya no sabía adónde mirar. Su cara había recorrido todos los matices del rojo, el violeta y el morado, y era incapaz de arrimar alguna opinión al diálogo de las chicas. Tenía las manos fuertemente cruzadas sobre su falda y rezaba para que la función acabara de una vez por todas.
    Un sonido de tambores estremeció los vidrios y un negro imponente se deslizó sobre el escenario. Su andar felino, su estatura monumental y su físico trabajado hasta la exasperación lograron silenciar momentáneamente el cotorrerío femenino. Solo por un instante... Cuando comenzó a mover su cuerpo, ejecutando movimientos que parecían imposibles de ser realizados por un ser humano, y a despojarse sensualmente de sus ropas, la confitería trepidó, por los suspiros primero, y los gritos después, de trescientas gargantas femeninas que ¡al fin! disfrutaban de la esplendorosa visión por la que habían pagado, soñado y delirado. Hasta las cinco amigas, Milagros incluída, no pudieron contener sus expresiones de asombro.
    - ¡Este tipo no puede ser real! - exclamó Corita, con voz sobresaltada.
    -  Me recuerda al barman de la playa, en Buzios - musitó Daisy con ojos soñadores y recordando quien sabe que vieja historia.
    - ¡Estos sí que son hombres ! - se admiró Nené.
    - ¿Por qué no habré conocido un macho así, hace cuarenta años? - pensó Amalia.
    Milagros nada decía, sólo miraba fijamente el escenario.
    Cuando el negro quedó vestido sólo con un escuetísimo slip dorado, sus atributos se hicieron patentes, sin discusión ni dudas. Las mujeres, que masivamente ya se habían puesto de pie, se desgañitaban pidiendo que también la última prenda desapareciera. Y su deseo fue cumplido. Cuando el negro quedó totalmente desnudo, una locura colectiva se apoderó de la concurrencia. Una oleada de mujeres se volcó sobre el escenario tratando de tocar, palpar, acariciar, cotejar medidas y grosores. La víctima se defendió con mucha gracia, aprovechando la volada para meter mano en cuanta dama en edad de merecer se le puso a tiro. A ésta altura estaba arrinconado sobre el borde del escenario, justo al lado de Milagros quien, despavorida, quería huir, pese a que una fuerza misteriosa la mantenía pegada a la silla.
    Una gorda cincuentona, a fuerza de codazos y empujones, había conseguido quedar poco menos que adosada al protagonista de la batahola. Según declaraciones de los testigos, la fémina, en su afán de palpar y verificar ese increíble miembro clavó las uñas en una zona altamente sensible de la anatomía masculina. El pobre negro trastabilló, pisó el borde de la tarima, y cayó sobre Milagros. La silla se rompió con estrépito mientras la solterona quedaba tendida en el suelo con el cuerpo desnudo del varón extendido sobre su virgen humanidad.
    Se encendieron las luces, dos forzudos guardaespaldas rescataron al negro, y cuando las chicas se acercaron a Milagros la encontraron exánime.
    La sirena de la ambulancia perforó la quietud de la noche.
    El dictamen del forense fue concluyente: paro cardíaco provocado por emoción extrema.
    Corita resumió, durante el funeral, el sentir unánime de las amigas:
    - Pobre Milagritos, al fin se dió el gusto de tener un hombre. Lástima que le duró tan poco...  


Sigo a la espera de colaboraciones (cuento breve y poesía), opiniones y sugerencias. Y ..........

¡¡ FELICES FIESTAS !!

CRIS