Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 57

QUERIDOS PASAJEROS:

Y arrancamos este nuevo año, 2.009 o año del Búfalo de Fuego, con toda la energía y buena onda que caracteriza nuestra revista. Que para amarguras, tristezas, dolor .... ya tenemos demasiado a nuestro alrededor y en el mundo. No hablo de esconder la cabeza en la arena o vivir en una burbuja: hablo de enfrentar la vida con una visión positiva, creadora, tolerante y plena de amor.
Y como "la caridad bien entendida empieza por casa", este número contiene trabajos de escritores pampeanos (sea por nacimiento, sea por adopción)

Tocó la campana, la locomotora resopló y nuestro primer pasajero ascendió al tren. Es un amigo que ya nos acompañara en otros números y refresco algunos datos de la biografía de CARLOS GALLO. Nacido por esos azares de la vida en MONTEVIDEO (Uruguay), desde chiquito vino a la Argentina y se crió en Buenos Aires. Estudió periodismo y su vida laboral tuvo variadas y diferentes facetas. De Bs. As. rumbeó para estos pagos de General Pico (donde nos conocimos hace una ponchada de años) y alternó el comercio con el periodismo radial y televisivo. Durante varios años presentó en la Tv. local, y más tarde en la de Santa Rosa, su programa "Charlas de Café" que fue todo un éxito. Asimismo en la televisión presentó "Por la vida", el primer programa de prevención y educación para la salud, que fue galardonado con un Martín Fierro (programa del cual en el primer año fui productora). Tuvo programas radiales en la L.U 37 de G. Pico y en diferentes FM locales. Conoció a una dama cordobesa y fue cuestión entonces de alternar entre LABOULAYE (su residencia actual) y esta ciudad pues, en estos momentos, conduce "Sábado con trampa" en la FM Láser y colabora con el periódico La Reforma de esta ciudad. También en Laboulaye realizó la versión televisiva cordobesa de "Por la vida".  Es una hormiguita viajera ¡je! Aunque medio retobado para participar en concursos, ha obtenido premios con cuentos y poemas. Aquí les traigo uno de sus cuentos, con ese humor irónico que lo caracteriza. ¡A sonreír entonces!



NO HAY CINCUENTONA QUE NO HAYA SALIDO CON UN CARLOS

Me decía: te lo digo posta, no hay ninguna de cincuenta que no haya salido con un Carlos. Y abría su mano izquierda reiteradamente, mientras me instaba
-Preguntá, preguntá pibe!
Yo seguía con cara de póker, mientras continuaba, cada vez mas montado en su argumento.
-Mirá, hace años que hago la encuesta y el resultado siempre es el mismo. No hay cincuentona que no haya salido con un Carlos. Que te van a decir que si, pero que no pasó nada, o que fue un filo de una semana, o que fué en el colegio y que ya ni se acuerdan de él. Pero que con un Carlos anduvieron, seguro pibe, ponele la firma.
Yo, nuevo en la barra del café, no me animaba a replicar abiertamente, así que usaba argumentos como que no se puede generalizar, que siempre hay excepciones y que seguro que no habría entrevistado a tanta gente con la pregunta. Para qué…!
-Vos pibe, ponés en duda lo que te estoy diciendo?
Y mientras adelantaba el cogote como queriendo sacarlo de dentro de la camisa me amenazaba con el índice, subiéndolo y bajándolo rítmicamente.
Un silencio absoluto atravesó la mesa. Las demás conversaciones quedaron truncas como si las hubieran hachado. Todas las miradas convergieron en la cara de Tito, que enrojecida amenazaba convertirse en Hanníbal Lecter o en un accidente cerebro vascular inminente. De allí, pasaban a mi cara que trataba de parecer impertérrita, mientras por dentro me consumía un miedo mortal.
Los demás, intentando poner paños fríos, mediaban ironizando.
-Ché, Tito, el pibe no sabe de tu rigor científico.
-Si, explicale los cientos de interrogatorios que realizaste.
-Contále del artículo que mandaste a La Nación y que los turros no te publicaron.
-Mirá, seguía Tito, yo me puedo bancar las cargadas de los otros, porque hace mucho que somos amigos, pero a vos pibe… a vos te falta mucha calle para discutirme. Todo esto dicho mientras el índice le temblaba paroxísticamente.
-Y me voy, dijo uniendo la acción a la palabra, porque no me quiero cagar la mañana.
Yo, íntimamente, no creía haber puesto en tela de juicio tal afirmación. Solo me había atrevido a preguntar. Dudaba que un tema tan irrelevante pudiera desatar la tercera guerra.
Apenas atravesó la puerta estallaron los consuelos.
-No te hagas problema, para mañana ya se olvidó.
-Pero porqué se pone tan violento? Yo no tuve intención…
-No me digas que no sabés? Me miraban incrédulos.
-Qué?
-Que hace dos años lo dejó la jermu. Se las tomó de la noche a la mañana y tenía todo a su nombre.
-Uy, exclamé. Pobre tipo. Se fue con alguien?
-Con don Carlos, el almacenero de la vuelta.


Junto con Carlos una dama había subido al trencito: MARTA ELENA CARDOSO. Nació en GENERAL PICOLa Pampa- Madre de tres hijas y abuela de  dos nietos. Cursó estudios primarios y secundarios en su ciudad. Escribe poemas, relatos y cuentos;  especializándose en cuentos para chicos y pre-adolescentes.  Realizó talleres de escritura con el escritor peruano Ibrahim Trexius, en La Barca de la Cultura y participó en Cruz del Sur con la señora Olga Reinoso. Entre sus trabajos literarios se destacan:
"Remanso Azul" (Poema) recibió mención en el VIII concurso Literario del Milenium 2007 organizado por la Asociación de Jubilados y Pensionados de la Caja de Seguridad Social para Odontólogos de la Provincia de Buenos Aires. La XXI Convocatoria Internacional de Poesía y Narrativa breve organizado por la Editorial Nuevo Ser ( Bs.As) distinguió tres de sus obras: “El mago de la música” – (dedicado a Mozart). “Melodías en el reino de Blúhú” (dedicado a víctimas del General Belgrano) y “La niña del barco” (sobre la vida de Mercedes de San Martín) Últimamente recibió una mención de honor en género narrativa breve por su cuento: “Sueño de Ninfas” (sobre la biografía de Lola Mora) en el 24 º Certamen Literario Nacional del Inmigrante (Berisso Pcia. De Buenos Aires); este cuento fue publicado por el diario La Reforma de G.Pico. La revista Almiar –Margen Cero publicó: “La casa escondida” (sobre Leonardo Da Vinci). Su mayor sueño editar su primer libro de cuentos para chicos. Aquí les traigo su cuento "El mago de la música" ¡realmente delicioso!


EL MAGO DE LA MÚSICA

-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…mil…..mil cuarenta. ¡Uf… cuántas!
-Amadeus, ¡a cenar!
-Voy mami, estoy contando estrellas. Cuando sea grande me gustaría viajar al espacio.
-¿Qué harás allí?
-Escucharé el sonido de las estrellas, el rugido del sol, caminaré por la luna y captaré nuevos sonidos.
-No te alcanza con el clavicordio o el violín.
-Mami, sonidos, sonidos musicales para interpretarlos con el violín –y preguntó ansioso–: ¿Habrá gente allí?
-No sé… pregúntale a Papá Mozart.
            -Si no hay nadie... ah, sé que mi música retumbará por todo el cielo.
-Vamos, pequeño Wolfgang Amadeus, deja a las estrellas tranquilas y ven a comer. Mañana hay que despertarse temprano. Tu padre quiere que estudies solfeo. Tienes seis años, debes descansar.
-No te preocupes mami, ya sé el solfeo. No necesito estudiarlo.
Esa noche, antes de quedarse dormido deseó: “quisiera que mi música llegase al cielo: serenata de luna, sonidos de estrellas, flautas sonoras, campanas radiantes que hagan eco en el universo.”  Y soñó que volaba hacia el espacio etéreo. Miles de ángeles lo esperaban en un anfiteatro de cometas fosforescentes, y muchos soles danzaban al compás de su violín.

En una galaxia lejana, ¡tan lejana como el vuelo de la memoria!, en el planeta silencioso de Yiss, viven seres especiales, ¡muy especiales!, de una insuperable inteligencia. En sus montañas anida el misterio abriendo su plumaje sobre los espejos multicolores de los lagos, donde desembocan ríos tan silenciosos como sus habitantes. Peces de terciopelo juegan con el agua.
En la cima de un volcán, los científicos han encontrado minúsculas partículas: restos de una gran explosión de múltiples soles. Hallazgos que permitirían a los habitantes de Yiss desarrollar tecnología con extraordinarias propiedades, y fabricar naves espaciales más rápidas que la velocidad de la luz, con la particularidad de lo invisible. Ni siquiera un intrépido radar podría detectarlas.
Con esas naves decidieron recorrer galaxias, planetas y otras dimensiones. Sucedió que un día, en la cola de un cometa azul, hallaron destellos que fueron juntando con mucho cuidado en el cofre de la nave. Esos destellos tenían una oscilación tan misteriosa como el misterio mismo. Jamás habían visto nada igual. Decidieron llevarlos con cuidado para entregarlos al Emperador de Yiss.
            Yeffis, el gran monarca, observó el objeto con atención y decidió que llamaría a los sabios para estudiar el hallazgo. Pero les pidió a los navegantes que guardaran el secreto. Sus adversarios estarían al acecho.
Cuando los navegantes se alejaron, Yeffis buscó el Gran Libro de su tatarabuelo.
-¿Habrá algún antecedente? –pensó y empezó a leer con atención.
Yeffis estaba muy preocupado por el silencio reinante en el planeta. En Yiss no había ruidos. Todos los habitantes eran silenciosos. Hasta los pájaros lo eran.
Necesitaba descubrir algo, no sabía qué, pero deseaba hacerlo para salir de ese mutismo. Había leído en el Gran Libro sobre la  sonoridad y la sensibilidad. Esa loca y cósmica teoría que sus antepasados conservaban plasmada en cálculos matemáticos.


            Cuando Malefus vio que la nave espacial llena de investigadores entraba en la gran mansión de Yeffis, mandó a sus discípulos a hacer averiguaciones: sospechaba que algo distinto había llegado al planeta.
-¡Rápido! –trasmitió telepáticamente–, quiero saber qué trajeron en la nave –ordenó enojado. Hacía años que sus astronautas no hallaban algo trascendente.
-¡Busquen a los tripulantes, martillen sus dedos! ¡Quiero saber qué trajeron!
-Se comenta que han encontrado un alma –respondieron sin levantar la cabeza los discípulos.
Guardaban para sí el temor de que el maléfico Malefus les privara de poder continuar comunicándose telepáticamente con el resto de los habitantes de Yiss, tal lo hacía cada vez que deseaba castigar alguna desobediencia.
-¿Un alma? ¿Qué es eso?
-Algo que se mueve
-¿Cómo se mueve?
-Se mueve…
-¿Es muy grande el objeto?
-Son muchas, muchísimas partículas que se mueven.
-Tienen que traerme alguna.

            Yeffis tenía a todos los sabios ocultos bajo siete llaves, investigando 
-Malefus es despiadado, no podemos permitir que robe el material -expresó Yeffis, y ordenó reserva absoluta. 
Los científicos trabajaron días y días. Los cálculos matemáticos llenaban pizarrones y paredes. Las oscilaciones se dividieron en tiempos. Los tiempos acompasaban rítmicos movimientos.  Los movimientos volaban como mariposas en una pradera de flores. Las vibraciones comenzaron a sentirse en la piel de los habitantes de Yiss quienes, sorprendidos y en su idioma de signos telepáticos, decían:
-¡Dioses celestes!.... ¡Dioses celestes!
Yeffis recurrió una vez más al Gran Libro de su tatarabuelo y fue tan grata la sorpresa que gritó:
-¡Aquí está!… ¡Tenía razón!... Pongan sus manos: vibra –dijo exaltado.
-Vibra… vibra… –repitieron los demás formando un eco infinito.
-El espíritu tiene fuerza… vibra.
Malefus estaba furioso:
-¡Malditos inservibles! No son capaces de traer una simple partícula, los echaré a puntapiés.
Las vibraciones eran cada vez más fuertes, en uno de los cálculos sugerían buscar la partícula millonésima, pero no la encontraban.
Trabajaron durante horas, días, meses hasta que una de las partículas estalló porque la vibración dio mayor intensidad al movimiento. Fue entonces cuando matemáticos, astrólogos, físicos y químicos  descubrieron el espíritu  que los genios del universo habían preservado enviándolo a la estela sideral… ¿Por qué?,  porque su dueño había dicho, cuando sólo tenía seis años, que deseaba que su música se escuchara en el cielo.


El virtuosismo de Amadeus fue más allá del sol. Los dioses en bandada decidieron premiarlo cumpliendo aquel sueño: trasladaron el espíritu del genio hasta la cola de un cometa.
La millonésima partícula tenía tanta, ¡pero tanta vibración! que estalló en millones de pedazos y un sonido de cuerdas, violines y flautas se escucharon por todo el planeta: La Flauta Mágica volaba por los aires.
Gracias al sueño de Amadeus los habitantes de Yiss pudieron salir del silencio. Los ríos cantaban de alegría, los pájaros habrían sus alas con silbidos de sueños. Las montañas se cubrieron de cascadas, donde el agua corría estridente.
            El espíritu de Wolfgang Amadeus Mozart bailaba jubiloso, disfrutando de nuevos sonidos, viajando en las naves con los vecinos de Yiss y jugando con las estrellas.
            Los aplausos se multiplicaron en partículas. Y la música hechizó a todas las galaxias.  El espíritu de Amadeus reía feliz.

Otra ciudad pampeana nos reclamaba, por lo cual la locomotoró calentó los motores, el trencito sacudió la modorra y se puso en marcha rumbo a SANTA ROSA pues allí nos aguardaba NORA SUSANA ASTUDILLO. Nacida en la ciudad de Bahía Blanca, actualmente reside en Santa Rosa (L.P.) Comenzó a escribir a partir de su concurrencia a los talleres para Adultos Mayores de la Universidad Nacional de la Pampa, en el año 2007. Escribe cuentos de ficción y algunas obras de teatro Ha comenzado a presentar sus trabajos en diferentes certámenes. La actividad que se suma al rol de escritora, es que participa desde el 2005 en obras de teatro. Nos acerca su cuento "Un ángel en mi vida" que espero disfruten. 


                                                                     UN ANGEL EN MI VIDA


El médico de guardia había salido por una emergencia. Estoy sola en la sala de guardia junto al paciente accidentado. Me siento impotente ante la gravedad que reviste el cuadro.
Corro hacia el consultorio lindero, donde había visto minutos antes, al Jefe del Servicio conversando con algunos compañeros.
Pero muy a mi pesar, compruebo que ya no están.
Urgía ser socorrida. Una parte mía no sabía, no podía, no se animaba a actuar.
Después de todo, solo tenía algunas nociones sueltas de medicina general y poca experiencia en infortunios.
Me habían designado en el cargo, unos meses atrás y, como toda novata, desconozco cual será mi accionar ante circunstancias tan difíciles.
Es cierto que logré alcanzar el segundo lugar de mi promoción por promedio de calificaciones. Sin embargo, reconozco que dicho galardón sólo alude a un poco de responsabilidad y de esfuerzo personal.
Mi labor, a decir verdad, consiste exclusivamente en aplicar inyecciones y algunas vacunas. Nada más.
Con mi desesperación a cuestas, atino nuevamente a llamar por el interno, a quien pudiera solidarizarse conmigo y con el moribundo.
Mientras tanto espero impotente, asustada; intentando curar algunas heridas en su rostro y en el brazo. Pero, al constatar la profundidad de las lesiones, abandono la tarea.
Mis manos sienten el temor que la situación impone.
Feroces golpes ha recibido, al ser atropellado por un vehículo, cuando recogía cartones.
La agonía se fue extendiendo hacia todos los rincones del oscuro y maloliente pasillo.
De pronto, oigo voces.
Mi desesperación me empuja a tropezar. La caída es estrepitosa. Los pacientes que esperan su turno, extienden rápidamente su mano para incorporarme.
Nadie se atreve a reírse. La tensión reinante en la sala de espera los enmudece.
Un perro flaco y desteñido, que se halla camuflado entre los tarros de residuos, se escabulle para no ser visto. Sabe que no es bienvenido. Intuye que su amo lo necesita.
Rengueando por el fuerte golpe recibido, regreso a la sala de guardia lo antes posible.
Me acerco nuevamente con cautela al hombre desfalleciente, como un duende que contempla a un niño dormido. Alcanzo a percibir su tenue respiración.
Tomo su pulso. Sus latidos a decir verdad, no me convencen.
Acerco mi rostro para lograr descifrar su escueto mensaje. Reclama la presencia de los suyos.
Mi intuición me anuncia a cada minuto, el temido pero inevitable final.
Estoy sola, con una camilla ocupada por un ser, que desea urgentemente despedirse del dolor.
Crece mi impotencia. Se agudiza la tensión.
¡Al fin llega el médico de guardia!
Continúo atendiendo a los que esperan turno.
La primera que se acerca es una mujer. Es la esposa del que se ha atrevido a entibiar la resistida camilla. Se la ve tensa, pálida. En su mirada sólo aguardan los por qué. No sé cómo calmarla, qué decirle, cómo explicarle.
Detrás de su falda, se asoma una figura diminuta, frágil, tierna. Sus inmensos ojos azules se enmarcan en una carita casi perfecta.
En sus mejillas, los rosas y marrones dan cuenta de la sequedad de la piel y de la pereza del agua para saldar la deuda que mantiene con su rostro.
Balbucea un nombre. Se llama Ángel.
Esboza una tímida sonrisa, mientras sostiene con fuerza, un barrilete de múltiples colores, hecho de caña, trapos, hojas de diario, hilos y engrudo.
Recorre con su mirada los muebles del lugar, el instrumental y de cuanto guardan los cajones de mi escritorio hasta descubrir mis galletitas. Nada escapa a su inspección. Nada.
En sus pies, unas zapatillas agotadas por el uso, en donde asoman tres dedos obligados a escapar del asfixiante encierro.
Un sentimiento de profundo respeto, me deja inmóvil, tiesa.
Sobran las palabras.
Obligo a mis brazos a cobijar al pequeño, intentando protegerlo del doloroso escenario.
Su madre solicita ayuda. Un hogar temporal para su hijo, hasta que el accidentado se recupere.
Observo las arrugas en ese rostro tan joven. Ellas denuncian los tempranos padecimientos en su realidad.
Sus lágrimas se trasladan a mi rostro.
No lo pienso. Lo llevo conmigo.
Semanas después su padre fallece. Ha librado una luchado sin tregua con la muerte.
Mi Ángel hace tiempo que ya no pregunta por su madre. Ha vuelto a reír, a jugar, a recuperar energías.
Mis sentimientos registran la pureza de su entrega.
Su mirada me recuerda que no lo abandone.
Han pasado tres años.
Pronto recibiré la tenencia definitiva, a pesar de los agotadores trámites.
Creo en la causalidad de los acontecimientos de la vida.
Cada noche al acostarlo confirmo la acertada decisión de cobijarlo en mi hogar. Sin lugar a dudas, era imperioso proveerlo de dignidad.
Hay más de una razón, para afirmar que su padre nos mira feliz, desde algún lugar del firmamento.
¡Al fin se ha marchado mi vacío existencial!

Como podrán apreciar hoy venimos muy "cuenteros". Son cosas de la vida ... Por tanto también incluyo poemita de mi autoría, cuestión de cortar la racha. Y con eso nos estamos despidiendo por hoy.

DE REGRESOS Y PARTIDAS
                                                              A  PAULA

Cuando llega ese día
se nos puebla de urgencia la mañana.
El corazón alerta se desboca
en tropel de latidos.
La mirada escudriña entre la gente
buscando su silueta
largo tiempo perdida.
Y los brazos se abren como alas,
la sonrisa se funde con los besos,
estrechamos con fuerza nuestros hijos
que regresan al nido.

Es tan corto ese tiempo que nos brindan...
Las horas se deslizan raudamente...
Quedan tantas palabras sin ser dichas,
tanto amor que llevamos
adherido a la piel a fuego vivo.

Cuando al fin una noche nos alcanza
el momento que deben
retornar a su vida.
Abrazamos su cuerpo dulcemente,
una lágrima entibia tantos besos,
tanto sabor amargo de partida.

Volaron nuestros pájaros del nido.
Surcarán con sus rumbos
otros cielos.
Aquí quedamos, ardida la nostalgia,
y creciendo en el pulso
la esperanza
que alimenta los sueños
de nuevas bienvenidas.


Les digo a los lectores - escritores que ESPERO SUS TRABAJOS. La revista se hace con vuestra colaboración ¡¡recuerden!! Recibo los cuentos y poesías, sin olvidar la minibiografía en: millaco@ciudad.com.ar
A todos un fuerte abrazo y ¡¡hasta la próxima!!

                                                                       CRIS FERNANDEZ