Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 63

QUERIDOS PASAJEROS:

La primavera se ha hecho presente en este hemisferio sur del planeta. Trae una renovada promesa de vida en el fulgor del verde que se multiplica. Y así tratamos de re-crearnos los escritores, floreciendo en palabras que el viento dispersa para que alcancen todos los confines. Maravillosa tarea la nuestra ...
No cabe más, entonces, que comenzar nuestro paseo, para que el trencito siga recogiendo pasajeros que nos traigan sus voces y su mensaje.

La locomotora estaba deseosa de hacer kilómetros y por ello puso rumbo a nuestro vecino país: URUGUAY. Que allí nos esperaba el entrañable amigo GERARDO MOLINA. Gerardo ya ha viajado con nosotros pero les recuerdo su currículum. Poeta y docente, reside en la localidad de LOS CERRILLOS - CANELONES. Profesor de Idioma Español y Director de Colegios Secundarios.  Laureado en certámenes nacionales e internacionales de Poesía.  Algunos Premios: Flor de Oro en los Juegos Florales Hispanoamericanos (l973).   Primer Premio Poesía, Gobierno de Mendoza, Argentina (l990).   Faja de Plata Internacional a la mejor producción latinoamericana de l995, en Lima, Perú, por su libro “El Latido de la Copla”.   Primer Premio, Revista de los Poetas, San Francisco, Córdoba, Argentina, l998.  Primer Premio, Medalla de Oro, Pergamino, Provincia de Buenos Aires, l999.  Primer Premio Poesía, Certamen Internacional  "Alas del Alma", Buenos Aires, 2008.   En marzo de 2000, la Asociación de Escritores de su país le otorga el Trofeo Distinción Cultural “por su obra de creador y aporte ensayístico dentro de la literatura nacional uruguaya”.  Primer Premio del Concurso de Poesía "Rocco Certo 2002" Tonnarella, Messina, Italia.  Distinguido como Caballero de la Poesía Latinoamericana en Rosario de Santa Fe.  En octubre de 2004 recibe el Homenaje a su trayectoria, a su obra y su presencia en la ciudad de Villa Dolores, Capital de la Poesía, Córdoba.   Premio "Pluma de Plata- Literatura, 2008, San Fco. Córdoba.  Ha dictado conferencias y brindado recitales de poesía en Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Brasil, España, Francia e Italia.  Dos de sus obras han sido aprobadas para la Educación Primaria, Secundaria e Institutos de Formación Docente en su país.  Algunos títulos: “El Viajero y las Estrellas” (Montevideo l960);  “Tiempo de la Ausencia” (Bs. As., l963);  “Alucinado Amor” (Mdeo., l974 y Canelones, 1993;  “Del Amor y del Mar” (Mdeo., l986);  “El Latido de la Copla” (Mdeo.,l995):  “Notas Dispersas” (Canelones, l996);  “Cuentos del Pago” (Mdeo., l996);  “Tiempo, Amor y Mar” (Lima, Perú, l996);  “Pasión de España y Otros Poemas” (Canelones, l998);  “Fraternidad del Vuelo” (Compartido con Efraín Barbosa, Córdoba, 2OOO);  “Panaliflor” (Mdeo. 2003); "Almafuerte y Otros Estudios Literarios" (Mdeo. 2005); "Del Campo Vengo", Canelones, 2007; "Breverías", Montevideo, 2009. Como podrán apreciar es un espíritu inquieto, multipremiado. Aquí les dejo sus poemas para el disfrute.


SONETO A LA POESÍA

Fue nuestro afán de niño conquistarla
y escapa en el intento nuestra vida.
La Vida fluye de la azul herida
y no vivimos sino para amarla.
Sentirla y escribirla y adorarla:
irreal, hechizada, presentida,
llegar al lecho donde está dormida
y con un beso leve despertarla.

Imposible, gentil, esquiva, cierta,
en nuestro ser a cada instante abierta
como una blanca flor sobre la herida.

Así, en sueños, soñamos y vivimos
y cuando al fin sintamos que partimos
con ella volveremos a la vida.

                         
EL RANCHO

Como manos que se unen para el rezo
su techo primitivo presupone
un corazón cristiano donde pone
el campesino albor su primer beso.

Parte entonces la grey y queda opreso
de un fervor casi humano que traspone
su cuerpo de terrón con que dispone
la ternura del pan a su regreso

Llega la hora nocturnal, serena,
un aroma frutal llama a la cena
mientras reasume su actitud de rezo.

Una gran flor protege su contorno
y en seráfica paz ensaya el horno
tras de la fronda, su postrer bostezo.

                                
EL MATE AMARGO

¡Qué dulzura sin par la del amargo!
Para gustar su líquida fortuna,
atesorar su redondez de luna,
sus estrellas dormidas, hay un largo

camino de experiencia y sin embargo
igual se brinda, límpido como una
cantarina fragancia de laguna.
¡Qué dulzura sin par la del amargo!

¿Quién no le busca al alba o a la tarde?
Cuando principia a arder y cuando arde
el día con sus dones y querellas.

En su ropaje mi ensoñar envuelvo
y al fin del viaje cotidiano vuelvo
rico de redondeces y de estrellas.

                                       
FANTASMAS

Una claridad de lluvia
lunada, sobre los campos
parece nieve la brisa,
parecen de oro los pájaros.
Arriba, las Tres Marías
luz de mi silencio, abajo.

En el cristal de la senda
tu fantasma y mi fantasma
retratados.

El tiempo le pone alas
al humo de mi cigarro
y hay un viajero celeste
que a un horizonte gitano
se lleva las Tres Marías...

Cambia el silencio, la brisa
y hasta el color de los pájaros.
En el cristal de la senda
ha quedado mi fantasma
solitario.


MENDOZA

Son tus mujeres de ojos como uvas
cuando aún no maduran los racimos;
paraíso de verdes rumorosos:
¡Mendoza, amo tu sol y amo tu vino!

Dorada juventud la de tu otoño
que puebla de hojas rientes el camino:
nunca tanta armonía de colores
atesoró mi corazón de niño.

Y no sé si perderme en tus viñedos;
buscar tus alamedas como un río
vegetal; el ensueño de tus plátanos
o la brisa que encanta tus olivos.

Pero sé que unos ojos como uvas
cuando aún no maduran los racimos,
me hacen sentir un poco de esta tierra:
¡Mendoza, amo tu sol y amo tu vino!


VALPARAÍSO

Al mar. Al viento.
Bajo un cielo estival
dije mis versos.
En tu mar, Valparaíso,
dije mis versos.
Estampa de colores
vivos de sol y vida
la ciudad a lo lejos.
Valparaíso latía con los vates de América
que escribían sus cantos
en el sol, en la brisa, en el aire, en el cielo.
Tu mar, Valparaíso,
es un gigante bueno.
A veces, sin embargo, lo enfurece
la maldad de los hombres
y azota sin piedad
tus costas y tus cerros.
Pero vuelve a su paz, a sus remansos
porque no deja nunca de ser bueno.
Tu mar, Valparaíso,
es un gigante bueno.
Iván me contó tus historias dormidas (1)
y supe que Rubén recalara en tu puerto. (2)
Desde todos los rumbos
el habitante vino,
dibujó con su aliento
tus formas imposibles,
tu ser para los sueños.
¿Desde qué olvidados, lueñes pueblos
llegó para quedarse?
Y acendró tu arquitectura de soles el invierno.
Pero tu espíritu, ¡ah! pero tu espíritu
hay que asirlo en silencio
una noche de estrellas
y beberte, y beberlo
como un vino de siglos,
ensoñando, sintiendo
que es imposible irse
y que acaso me quedo
en tu mar, en tu sol,
en la sal y en los versos
que en tinta de mi alma
¡yo te escribo... en el viento!

1-Iván Aarón, novelista chileno contemporáneo.
2-Rubén Darío, poeta nicaraguense (1867-1916).

                         LAS MÁGICAS PALABRAS

Aquí, de pie,
sobre la fortificación última de la Bastilla,
convoco tus fantasmas libertarios
y un viento de banderas
acaricia mi frente.
Mientras, mi voz se une
a la tríada genial:
Liberté, Egalité, Fraternité.

Hoy la prisa y el vértigo,
París, te cercan insaciables.
Sólo yo, aquí,
inmerso en el misterio
siento que vuelve el fragor de la batalla
en lejanísimos ecos invencibles.
Y en un viaje sonámbulo
me arrastra sorprendente
-tras tus mágicas palabras redentoras-
un viento de banderas.

Aquí, de pie,
sobre la fortificación última de la Bastilla:
Liberté, Egalité, Fraternité.


El trencito decidió regresar cruzando el Río de la Plata pues quería darse una vueltita por el Gran Buenos Aires. Ya que un nuevo pasajero embarcaría: GABRIEL RIZZOLO. Es nacido en La Plata pero reside actualmente en la localidad de VILLA ADELINA (provincia de Buenos Aires). Combina su trabajo de Técnico Metalúrgico con la literatura. Sus premios: Año 2008: Primer premio en poesía Concurso latinoamericano "Biblioteca popular Madre Teresa" - Tercer premio en poesía Concurso Internacional "Santiago vera". La Calera, Córdoba. - Tercera Mención en poesía Concurso internacional "Ami Diaz". Jovita, Córdoba - Año 2007: Tercer premio en poesía Concurso Latinoamericano "Biblioteca popular Madre Teresa" - Distinción del jurado en cuento y poesía Concurso Internacional "Mis escritos". Tiene publicaciones en varias antologías y en sitios Web y otros premios. Una de las poesías que hoy les traigo:"Similitud", ganó junto con otras dos el primer premio del concurso de poesía "Madre Teresa" de la Biblioteca Popular del mismo nombre en Virrey del Pino, Partido de La Matanza (Prov. Bs.As.). 


                                 “JUEGOS DE ESPEJOS”


De barro                (tierra y agua)
                                        estamos hechos
sangra nuestro corazón
                                        de piedra
lloran nuestros ojos
lágrimas frías como las estrellas
                                       pero no tan bellas

De barro estamos hechos
                                      (tierra y agua)
sin aprender de nuestros errores
                                      volveremos a caernos
por soberbios pecamos
                                      pero no perdonamos
no aceptamos error ajeno
                                      justificamos el nuestro
demasiado tarde            lloramos
                                                 a nuestros muertos

resquebrajado el barro por el sol
queda nuestro rostro al descubierto
                                                 el verdadero

-ese-
                                    que no queremos ver en el espejo


                                              “SIMILITUD”

Caminos que no figuran en ningún mapa
donde el monte los cobija.
 ¿ Los cobija?.
Descalzos, casi desnudos.
Hijos de La tierra y de alguien
que no pudo darle más que la vida
pues su cabeza está rota.
Rota de pensamientos
          - de no saber    de no entender –
Huerfanitos descalzos perdidos en el monte
descarnada pintura de lo que somos
y no queremos ver.

Ciegos por elección, en el fondo somos como ellos.
¿ La ciudad cambia nuestra condición de huérfanos
o el ritmo febril la disimula? .
No la cambia, la acentúa porque tenemos lo que ellos no.
 ¿Y qué tenemos?.
Hijos de la misma Tierra
arrastramos nuestras miserias en forma distinta,
disimuladamente, hipócritamente.
Huerfanitos descalzos casi desnudos perdidos en el monte.
¡Cuánto tenemos que aprender!.


BUSQUEDA
                                                          Caminé senderos
                                                          llenos de fantasmas
                                                          llenos de recuerdos
                                                          cargando mis miedos.

                                                          Caminé desiertos 
                                                          de soles marchitos
                                                          oscuros de espanto
                                                          con mis pies descalzos.

                                                          Atravesé selvas
                                                          de árboles yertos
                                                          de lluvias eternas
                                                          con mis manos secas.

                                                         Atravesé mares
      con sus aguas muertas
                                                         de olas vacilantes
   con mis ojos ciegos.

                                                         Me aferré a mis miedos
                                                         con mis pies descalzos
                                                         con mis manos secas
                                                         y mis ojos ciegos.

                                                        Y alcancé la orilla
                                                        de tus manos suaves
                                                        tus ojos serenos
                                                        y tus brazos tiernos.

                                                       Y gracias a ti
                                                       encontré mi paz
                                                       atrapando sueños
                                                       cobijando amores
                                                       sin tener más miedo.


Cuando la Reina del Plata se perdía entre el smog la locomotora puso rumbo hacia los inicios de la llanura,  pues en SAN ANTONIO DE PADUA (provincia de Buenos Aires) debía ascender el último pasajero: EMILIO NUÑEZ FERREIRO. Ya nos acompañó en otros números y para los distraídos le recuerdo brevemente sus datos: nacido en Barcelona en 1944. Transplantado en Buenos Aires cuando aún no había cumplido los 5 años. Hace más de medio siglo que reside en San Antonio de Padua. Concurrió a los Talleres de Dalmiro Saenz, Gabriel Landoni y Juan Alberto Núñez. En 2001 y 2003, la Universidad de Morón lo distinguió con el tercer premio en Cuento Breve. En 2002, una Editorial de Necochea, hizo lo mismo con el primer premio en Cuento Brevísimo. Participó en varias Antologías. Tiene publicados varios trabajos  en revistas y diarios. En junio de 2006, publicó su primer libro de cuentos: “Historias en sepia” (Ed. Dunken). Hoy nos trae un relato ambientado en su infancia, cálido y simpático. 
-LA BOCA-

A veces, forcejeo con la memoria, procurando que  los recuerdos lleguen hasta mí. Otras, en cambio, vienen sin que los llame y se instalan. Cuando son gratos, trato de regodearme en ellos. Me dejo trasladar a ese lugar, a esa situación o a ese personaje que estaba como escondido en mi memoria. De pronto, cuando logran que de mi rostro aflore una sonrisa, y que al mismo tiempo, mi espíritu vuelva a sentir lo mismo que aquella vez, tal como llegaron, pretenden desaparecer. Entonces, es cuando me afano en demorarlos, pero la afinidad que tienen con las veletas es irremediable: van y vienen, de un punto cardinal de la memoria a otro y no puedo detenerlos. Pero lo que más me asombra, son los detalles de los recuerdos; cosas sin aparente importancia, sin sustento quizás, pero que al fin de cuentas llegan a uno como la secuela, como los resabios que, a poco, se conjugan con el todo.
Lo que quiero contar es puntual y se refiere a cuando, después de tantos años de vivir en Buenos Aires, nunca se nos había ocurrido ir a visitar la tan mentada "República de la Boca". Pero no sé por qué evoco con tanta nitidez las facturas y el mate que fuimos degustando en la camioneta recién comprada en ese año de 1964, y en la que nos dirigíamos hacia allí. En cambio, y he aquí lo contradictorio; por más que me esfuerce, no puedo dilucidar si la pick-up era la amarilla o la azul.
Evoco que, si bien era en invierno, el sol dulcificaba el día hasta hacerlo agradable. A tal punto que tío Enrique (me parece aún verlo, riendo siempre a carcajadas) iba en mangas de camisa. Cosa rara en él, pues hasta en pleno verano usaba camiseta de frisa y camisa de mangas largas con el cuello abotonado.
Tengo una sensación ambigua; por un lado, lucho contra esas nimiedades, pues no quiero apartarme del carozo de la narración. Por otro, me dejo llevar, pues, pese a que ellas me alejan, después de todo, son las que conforman la historia. Aunque no tanto como el desvío que tomó mi hermano, pues para llegar más rápido a La Boca, desde San Antonio de Padua, para hacerlo, según él, más breve, cortó camino no sé por dónde, logrando que el viaje nos demandara dos horas.
Estoy casi seguro que éramos quince: tres en la cabina: mi hermano, mi cuñada y mamá,  y doce atrás. Sí, es innegable, pues nos acomodamos cinco de cada lado y mis primos, que eran dos niños, iban sentados en el piso, sobre unos almohadones, de espaldas a la cabina.
Tío Enrique, como siempre, iba cantando obscenas canciones gallegas; tío Manolo, procurando seguirle el tren, intentaba acompañarlo con su voz de trueno. Papá, como de costumbre, festejaba todo con una amplia sonrisa, pero no modulaba una palabra. Yo, feliz, dejaba que ese momento me hiciera reír como hace mucho no río.
Las mujeres: una, cebaba mate, y no con pocas dificultades, pues en aquel tiempo, la avenida por la que avanzábamos era empedrada. Otra de las mujeres, parecía haberse obstinado en dar buena cuenta de las cuatro docenas de facturas que habíamos comprado y, en cuanto veía que alguien acababa con una, ya lo atiborraba con  otra. Las demás, conversaban lo mismo de todos los días; menos tía Carmen, que lidiaba con los hijos para que no abandonaran los almohadones, temerosa de que al pararse se cayeran.
Al fin, llegamos a La Boca. Nos adentramos por unas calles encajonadas a causa de las altas veredas. Dejamos atrás una incomprensible serie de lúgubres conventillos y casas que disimulaban su decrepitud con estridentes colores. La famosa "Bombonera", impresionó más a los simpatizantes de ese Club que a los que no lo éramos. 
Pepe, estacionó la camioneta a un par de metros del riachuelo, justo enfrente de una Escuela y paralela a unas vías de tranvía que ya  manifestaban el escarnio de una supuesta modernización. Enseguida bajamos todos. Para lograr que los 120 Kilos de tía Josefa lo hicieran, no fue tarea fácil. Y en este momento, evoco a tío Enrique quitándose el pañuelo del bolsillo y con un aristocrático ademán, extenderlo a modo de alfombra sobre el cajón que servía de escalón y el rostro sanguinolento de la esposa, diciéndole que no se hiciera el cómico, y en ese instante, el cajón cediendo y la obesidad de la tía, desplazándose hasta ser retenida entre las risas de tío Manolo y Pepe y las contagiosas carcajadas de tío Enrique, que de sólo recordarlas, me obligan a sonreír. 
Manolito, lo primero que hizo, fue quitarse la remera con el firme propósito de bañarse en esas aguas y el padre lo convenció de que no lo hiciera; primero con una amenaza; y luego, con un revés a contrapelo. Cuando paró de llorar, ya nos habíamos internado en la callejuela de "Caminito". Entre la singular galería de personajes que ahí se encontraba, había uno de enormes bigotes que hacía retratos con carbonilla. Y ahora recuerdo que mamá insinuó que le gustaría  hacerse uno y, en ese instante, creo que papá, ni siquiera habló: le bastó ese gesto de torcer su boca, mirarla de soslayo y hacer esa mueca, como de burla, lo que la persuadió de seguir andando, forzando a tío Enrique a soltar una nueva risotada.
Luego, fuimos hasta el Colegio que estaba enfrente a la camioneta estacionada. Por los gestos y por el tiempo que se tomaba en contemplar las pinturas, no tuve dudas que a mi padre, las obras de Quinquela Martín, lo maravillaron tanto como a mí. Y fue lógico, pues mi viejo era devoto del trabajo y la perseverancia y, en esos murales, Quinquela plasmaba el trajinar de los trabajadores de los barcos carboneros, areneros y pescadores.
Otra vez, ese conjuro del pasado, hace que me detenga en cosas que ya no sé si son o no intrascendentes. Ahora me llega la imagen de un canasto sobre una bicicleta verde (no sé por qué estoy tan seguro del color). Montado en esta, un hombre de chaqueta y gorro impecablemente blancos. Al lado, mis primitos, acosando a la madre que decía no tener dinero. Y mi padre, comprándole al churrero, dos docenas de calientes y azucarados churros.
Ahora, el momento es claro y nítido. Mi padre está parado en el límite del empedrado, con las manos en los bolsillos, sonajeando las monedas. Está de espaldas al mástil de la Vuelta de Rocha, mirando hacia el riachuelo de aguas pestilentes. El hedor que emana de éste, lo obliga a arrugar la cara y las fosas nasales parecen agrandárseles. Una barcaza arenera avanza lentamente, y la sombra que proyecta, impide que el sol rojo, que agoniza, tiña de carmín la superficie acuática que abarca. Más atrás, se observan los esqueletos de dos barcos semihundidos, asomándose apenas lo suficiente como para pedir un poco de clemencia. Algo más cerca de nosotros, un anciano, mientras rema con inusitada energía un bote, me regala una sonrisa desdentada. Me acerco a papá. No quiero distraer su abstracción, pero tengo la necesidad imperiosa de saber si le gustó el paseo; entonces, como al descuido, le pregunto:
- ¿Y, viejo, te gustó La Boca?.
- ¿Así que esto es La Boca?. -me dice.
- Sí, claro. -respondo.
Y enarcando una ceja, manifiesta lo que nunca olvidaré:
- ¡Pues cómo será el culo!.


La locomotora pitaba y largaba una linda columna de humo, que ascendía perezosa hacia el azul del cielo. Ya se palpitaba el regreso y estaba contenta del viaje realizado. Y como todo tiene su fin ¡¡hasta aquí llegamos!! Es apenas una pausa ... hasta el reencuentro.
Les recuerdo a quienes deseen enviar sus colaboraciones (cuento o poesía) que el correo es: millaco@ciudad.com.ar Agradeceré remitan asimismo una minibiografía. A quienes ya enviaron trabajos que aún no he publicado ¡calma! todo llega y nada se ha perdido ...
¡¡Nos vemos!! Un abrazo

                                      CRIS