Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 74

QUERIDOS PASAJEROS:

Vamos a abandonar por un rato tanta mala noticia, tanto desastre, tanto desamor, para gozar de estas letras que por sobre las artificiales fronteras nos unen en un abrazo fraterno. Y nuestro camino se inicia hoy con dos homenajes a poetas desaparecidos en estos pasados meses: ARIEL PETROCELLI y HORACIO GOSLINO.
De Ariel solo puedo decir que disfruto desde hace años la audición de sus temas, muchos de los cuales también canto. La fuerza de su poética y la capacidad descriptiva de su paisaje son incomparables. Por eso este breve pero sentido recuerdo.
De Horacio me quedan sus cartas, sus poemas, el recuerdo de tantos encuentros compartidos, las risas, los abrazos, ese entrañable cariño que la distancia jamás pudo vencer. Su partida ha dejado un hueco en mi corazón, por eso quiero recordarlo hoy, aunque sea parcialmente, a través de su magnífica obra.

                                   ARIEL PETROCELLI
Nació en Campo Santo (provincia de Salta) en 1937 y falleció en la ciudad de Salta el 17 de septiembre de 2010. Poeta y compositor se destacó en la composición de música folklórica de Argentina. Es considerado uno de los cinco poetas fundamentales del cancionero argentino. Ariel Petrocelli fue un prolífico compositor que ha compuesto innumerables canciones clásicas del cancionero argentino y latinoamericano como Para ir a buscarte, Cuando tenga la tierra (con Daniel Toro), El antigal (con Lito Nieva y Daniel Toro), Zamba del ángel (con Hugo Díaz), El Seclanteño, La Bagualera, etc. Con su esposa Isamara había formado un dúo y compuesto varias canciones como Yerba buena del amor, Arrieros de Salta, Chacarera del alma, Así es la forma con que te amé, Pero la vida es ajena, etc.
Como homenaje aquí transcribo la letra de la “Zamba del Ángel”:

ZAMBA DEL ANGEL
Letra y Música: Hugo Díaz y Ariel Petrocelli

Dijo mi madre que cuando
me lleve la vida a la ruta del pan
y ella falte a cuidarme
y no esté su consejo
ni esa luz que la sangre sabe dar,
habrá un ser que a mi espalda
con mi forma y con alas
y que ángel se llama, y es mi bien.

Dijo también que aquel ángel
invisible a todos y también a mí,
el que en aires de sombra
por un viento en el alma
me daría en su savia la verdad.
Así
fue que seguro
eché rumbo a la vida
con la fuerza del ángel en mi andar.

Estribillo
Después, con el tiempo me fui
por soles que van a la ansiedad,
pero el ángel no estaba
lo perdí por la infancia,
de la escuela a la casa, tiempo ayer...
Soledad del intento
de gritar con los sueños
la verdad que en el hombre no se dio.

Cuando la luna en su viaje
me rompe las noches en un ángel de alcohol,
me desangro en las mesas
y la luz de un amigo
es el ángel que guarda mi dolor,
y la calle me junta
con un ángel distinto,
con un hombre cualquiera, como yo.

Duele saber que la cosa
que quise de niño era piel de ilusión,
y que el ángel camina
con los pies del cansancio
que nos trepa a la vida por luchar,
y se muere el relato
de la madre que un día
nos dio un ángel de guía con su amor...

HORACIO GOSLINO

AMIGO

No sé en que recodo de la sangre
se congregó la chispa del milagro

No sé si estaba escrito
o si la letra nació desde tu mano

No sé si vos llegaste por la brisa
o si la brisa fue la excusa de encontrarnos

Lo cierto es que la anchura de tu orilla
fue el elegido sitio del abrazo

No sé si hubo llovizna o hubo estrellas
viento, neblina o temblor de pájaros

Lo cierto es que quedó un rincón abierto
para ubicar tu nombre en mi costado

Y somos desde entonces luz que vuelve
regreso, andén, complicidad y diálogo

Esa secreta forma de la piedra
que se queda clavada en los zapatos

Un reencuentro de sueños y miradas
trepando por la piel del calendario


ASUMIR LA DISTANCIA

 Ahora que el camino
desenreda veletas
y desliza la aurora
hacia el sitio del viaje.

Ahora que las manos
dibujan en la ausencia
anecdotarios tibios
con el polvo del aire.

Ahora,
            habrá que comprender
            que la distancia
            es una opción que duele
más allá del acaso.


Callaron la palabra
cortando la lengua de los que hablaron.
Callaron el paisaje
vaciando los ojos
de los que vieron el amanecer
y para siempre lo aprendieron.
Callaron la sangre
de los que quisieron amar
sin retaceos
machacando su cuerpo
acribillando sus entrañas.
Pero no pudieron acallar mi poema
porque no lo encontraron.
No tenían sus señas.
Sabían que existía
que crecía en las sombras
entre las ramas de los árboles.
Supieron que era una espina
que dejaba, al clavarse,
un escozor profundo
pero nunca lo hallaron.
Lo buscaron en la sierra,
en el monte,
en las calles,
detrás de cada barricada.
Hasta en el templo fueron a buscarlo.
Casa por casa fueron, vestidos de fantasmas.

Revisaron los libros,
el cajón de recuerdos
y la carta de amor
olvidada debajo de la lámpara.
Lo revisaron todo
pero no lo encontraron.
Cuando se fueron,
colgando de su odio
se llevaron mi verso
y nunca lo supieron.
          
 En cada espacio violentado
dejaban una sílaba latiendo.
En cada muerte oscura y tenebrosa
dejaban un mensaje
para el canto del viento.
Por eso vive y crece mi poema.

Aunque yo me haya muerto.


          DE MIS MANOS
 No le creas a mis manos.
Dicen que sueltan palomas desde las cornisas
y apenas si dibujan
arrebatos de alas trashumantes.

Te prometen espasmos de tibieza
jugando en la comba de tu blusa
y apenas si trazan arabescos
en el aire empañado de la célula.

No le creas a mis manos

     cuando buscan la intimidad de tu cintura
     cuando recorren los pliegues de tu piel
     cuando cortan la flor en los jardines.

En realidad son dos muñones de la ráfaga
dos caparazones sin sonido
anclados al fondo del océano.             

No le creas a mis manos
cuando en tu nuca enredan
la nostalgia.

Míralas a contraluz
desde la palma al dorso
y hallarás laberintos en sus líneas
enmarañadas venas por donde surca
una vieja sangre
marcada por el fuego de otros días.

Si acaso en la concavidad cansada
de mi pulso
hiciera un alto tu ternura
déjalas descubrir el sitio
para que alguna chispa baje por la espalda,
hazles un hueco pequeñito
en tu soplido
para que vuelvan a empuñar
la fragua

  SABER QUE ESTA EL POETA
  el poeta sabe de señales en los caminos
de piel a contratarde
y de jirones cayendo en el vacío

el poeta estuvo en el lugar donde se izan llamaradas
expectante
al acecho
y rescató la lumbre
cuando la luna se llenó de miedos

es consigna en los labios
urgencia en las banderas
y pronuncia tu nombre
tan cercano 
tan lejos

saber que esta el poeta es desandar las velas
es destejer el viento
y orillar los fantasmas

saber que está el poeta es pedir esperanza
porque él también sucumbe
y precisa la estrella donde ubicar el grito
para que no se muera de pena la distancia

saber que está el poeta es recordar la hora
del casi y del me animo
del te quiero
y vayamos

AMIGO 
 hemos tendido un puente
entre                           mías
tus manos y las


si tus fuerzas cedieran
resbalarán
                     mis
                                ojos     

hacia la empuñadura del camino
 para restaurarlo
 y   si         aflojan
mis    nudos

estarásamiladososteniendoelmadero

resulta necesario verificar las ataduras
cada día
asegurar las sogas
tensar barandas
calafatear hendijas

entre tus manos y las mías
hemos inaugurado
un tiempo
sin retorno


Habrá ahora que acomodar la piel en los estantes
reubicar los perfiles de todos los espejos
clasificar los dardos clavados en la noche
para que todos tengan
la necesaria marca que nos deja la lluvia

ha llegado el momento
de reiniciar el trámite y el pacto

              por un lado: la fuerza de la sangre
                                  célula primigenia
                                  inevitable cauce donde acuden los ríos
                                  eterna geografía, heredad de la espuma
                                  desde la que aprendemos a reconocernos
                              
              y más cerca del beso
              más acá de los genes:
                                                    la vocación de arrullo
                                   que guardan las caricias
                                   el radar del cometa atento al aleteo
                                   la mano alerta a la caída

                                   y todo el sol de frente para el último tramo
                                  donde esparce su sombra
                                  el árbol de la vida
 tus indicios me suenan a revelada lumbre
a incógnita del nudo que sujeta maderos
a reválida cómplice.

tu originaria gota convoca
a todos los sucesos en un solo pabilo
donde se multiplican
por la sed del milagro
los retazos de antorcha y estampida.

y es tan de hamaca y sauce la chispa en las entrañas
tan simple
tan humana
tan escalón del tiempo
que me acosan temores
                de morirme de espera
por no morirme antes
               de estar en tu mirada.

                         POETA

                         Cuando intentó caminar sobre las aguas
                         supo qué era el milagro.

y recontó los panes y los peces
                            el vino en las tinajas
                            y el maduro renglón de la palabra
                            fundando la confluencia de los días.

Antes había sido
el aluvión de sílabas y truenos
la cuña en la llaga de la noche
la cadencia del viento
el estallido

- nadie habitaba el verso todavía -

Y hubo un solo testigo
en los relojes

Entonces fue el poeta
el mago ordenador del universo
la lengua de Dios
la estalactita
el despertar del beso en las entrañas
el germen del espasmo.

                        
                         Cuando intentó escribir sobre las aguas
                         se despertó el milagro de la Vida

A LA MUERTE DE LA CAJERA DEL SUPERMERCADO

                                                                                             A  Andrea Juan
                                                                   “Te dormiste, sin saber que te haría
                                                                                         un lugar en mis versos...” 
                                                                                                  Gladis Lopreto
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
Desde su taburete
dígitos de azucena
                                vuelcan
la cifra en el teclado de la registradora
                                 y van
y vienen
              recorren etiquetas
esas manos
destinadas al canje del instante.

La cajera del supermercado
cabellos de azafrán
deja en el ticket su perfume
su trigal
su casi mayoría de edad
el valor de su piel y de su vientre.

Ausente la doncella en la moneda
da el vuelto en caramelos
muchacha apenas madre
                    sola madre
por el escaso tiempo que dura la luna
en el estante
de la sección juguetes.

Andrea Juan
                      dicen que no marcaste un precio
                      dicen que te olvidaste de marcar
 el precio de tus días
tu cabellera pan de miel y tu sonrisa
la austera longitud de tu almanaque.

Andrea Juan
                      dicen que te guardaste un vuelto
y vino la muerte a reclamarlo
intempestivamente
anónima cliente
metida en tu costado.

Andrea Juan
                      cuánto vale tu historia
tu dolida inocencia
muchacha apenas madre
                    sola madre
cuánto
en este viernes santo
en que enjugo el rocío de tus ojos
crucificados
por la máquina torpe
de calcular la vida.


Y ya el tren debe partir para visitar a los amigos que esperan ....
Sonó la campana, la locomotora humeó con fuerza y nos dirigimos a TOAY, en esta provincia de LA PAMPA, para recibir a nuestro primer pasajero: PANCHO DUQUE. Es el seudónimo de Francisco Alfonso, nacido en Colonia "El Guanaco" en la zona rural de Winifreda (La Pampa) y residiendo actualmente en TOAY. Se dedica al negocio inmobiliario. Su obra muestra el paisaje de la provincia y recrea, a través de sus poemas, la historia de estas tierras. El  ranquel, la cautiva, el gaucho, los inmigrantes, van delineando el pasado y presente de esta pampa. Algunos de sus libros son: "La chacra de Don Vicente", "Mi tierra pampa", "Ecos de malones", "Winifreda: colonización, fundación y desarrollo socio-económico 1900-1950". He seleccionado para ustedes algunos de sus poemas. ¡Que los disfruten!


A LUAN LAUQUEN
                  (Laguna del Guanaco)

Un rayo de plata refleja la luna
mientras me retrata en su claridad,
bordeada de montes de caldén y puna,
entre las lomadas escondida estás.

Vives olvidada en el verde llano
pese que tu vida dio hospitalidad,
a tribus sureñas, hijos de araucanos.
sangre de la sangre de Caupolicán.

Rondan tus recuerdos salvajes jirones
de un antepasado ido sin volver,
cuando en tus riberas gestaban malones
en la tolderías del guapo Pincén.

Cuando el viento agita tu tranquilo encanto
y las aguas hacen enturbiar tu paz,
piensa aquel día que un grupo de blancos
al mando de Lagos los viste pasar.

Con mil lagrimones tu vera se empaña
porque de ese día no volviste a ver,
a esos hijos Pampas que de tus entrañas
arrancó las armas de aquel Coronel.

El murmullo suave de tímidas olas
con un canto triste evoca al pasado,
cuando más de un blanco de noche y a solas
pensando en su Europa lagrimeó a tu lado.

Y el viento que arrastra desde la ladera,
el bullicio alegre de aquellos domingos,
cuando en el boliche, viola y verdulera,
el baile mezclaba a criollas y gringos.

Hoy todo es recuerdo, nostalgia es todo eso.
Si hasta de tristeza se ha muerto el caldén.
Los blancos te odian, pues para el progreso,
ya sos un estorbo, vieja Luan Lauquén.


NOSTALGIAS RANQUELINAS

Ranquel …
El viento del Oeste
con su canto agreste
clama por tu ser.

Ranquel …
Llaman las praderas
con voz lastimera
desde su vergel.

Ranquel …
Devuelve con su eco
el cauce reseco
del osteño Atuel.

Ranquel …
Rebota aquel grito
en el infinito
bosque de caldén.

Chilcas y jarillas
por tu ausencia lloran,
y en su llanto imploran
el verte volver.

Las estrellas brillan
con luz empañada
en las madrugadas
de tu Loventué.

Y desde su orilla
penando esa ausencia
ruega tu presencia
el Chadileuvú.

Y en la parda arcilla
se ven rastrilladas
de tu retirada
con rumbo hacia el sur.

Ranquel …
Hijo de esta tierra
que tras sucia guerra
el blanco robó.

Ranquel …
Guarda la arrogancia
la fe y la confianza
que como semblanza
Nguenechen te dio.

Y un día no lejano
junto a tus hermanos
los montes y llanos
volverán a vos.

                                                          Poemas del libro “ECOS DE MALONES”

MUJER CAMPESINA
Muchacha de campo
sencilla, hacendosa,
de manos callosas
y rostro de encanto;
que sabes de llanto
como de alegrías,
y en monotonía
se tiñe tu ampo.

Que de noche admiras
la luna lejana.
Que cada mañana
cuando el aire aspiras,
bendice tu vida
la Diosa Natura,
y la torna pura,
áurea cual zafira.

Muchacha campestre
muy joven madura,
que vendes ternura
salvaje y agreste.
Que el cielo celeste
envidia tu albura,
y la nube oscura
llora por tenerte.

Porque no hay momento
para ocio en tus días,
porque la apatía
no está en tu contexto,
y  por todo esto
cuando enamorada,
amas apurada
por falta de tiempo.

Porque es sacrificio
y lucha tu vida,
por ser tan sufrida
y exenta de vicios.
Por los mil oficios
que ejerces a diario,
vaya este rosario
como fin de juicio.

RECADO LADERO

Viejo recado ladera
que fue orgullo de mi padre,
cuando forzudo y compadre
oficiaba de carrero.
Hoy sos estirados cueros
con los bastos descosidos
y te han echado al olvido
calificado de estorbo.
Te han tratado como morbo
y a la basura tirado,
sin respetar tu pasado
cuando con el carro aquel
eras parte del sostén
de un hogar bien conformado.

Ya no tenes las bajeras
que hacían de alivio al lomo,
ni las argollas de cromo
de la cincha verijera.
La reforzada encimera
son arpilleras podridas,
y las correas corroídas
por la falta de engrasado,
al basural la han tirado
como cosa que no sirve.
Hasta parece increíble
que vos, mi viejo recado,
te hayan así arrojado
por viejo y por inservible.

DON SALUSTIANO LUNA

Yo soy Salustiano Luna
hombre de campo y criollazo,
que aprendió a tirar el lazo
no bien dejara la cuna.
Criado entre el pasto puna,
los molles y el alpataco,
hermanado a los matacos
y a los ñanduces matreros,
abrigado con los cueros
curtidos de los guanacos.

Con siete años cumplidos
tropereaba con mi padre,
y lo digo con alarde:
que no era ningún dormido.
Fui en el pago conocido
como el “pibe domador”
pues no hubo bellaqueador
que no lo hubiese subido,
con coraje y decidido
tan sólo por el honor.

Aprendí muchos quehaceres
y oficios en la campaña
con mucha paciencia y maña
y pidiendo pareceres.
Dejé de lado placeres
por dedicarme al trabajo.
Fui receptor de agasajos
tanto de hombres o mujeres,
por cumplir bien los deberes
en las changas a destajo.

Fui boyero, alambrador,
peón de campo, fui bolsero,
en la cosecha horquillero
trabajando sol a sol.
Oficié de esquilador
a tijera y en comparsas,
donde supe de alabanzas
aunque nunca fui el mejor,
pero igual le di valor
para aumentar mi semblanza.

Batatié como soguero
en botones y sortijas
igual que en costuras lisas
a pocos les tuve miedo.
También trabajé de hachero
cuando llegaba el invierno,
y para ello viviendo
en toldos de paja y cuero,
aunque siempre marcó cero
el haber de mi cuaderno.

Hoy ya con setenta y tantos,
doy por completa mi agenda,
y les digo pá’ que entiendan
los jóvenes con mi canto,
que pa’ evitar todo llanto
y algún momento de histeria,
sigan la huella intermedia
del quehacer y el sacrificio,
pues quien tenga cien orificios
tendrá el doble de miserias

                           Del libro “MI TIERRA PAMPA”


Siguió su ruta el trencito con rumbo al oeste, pues nos esperaba la bella CATAMARCA y una nueva pasajera: MARTA VILLARROEL. Nació en la ciudad de Córdoba y allí cursó sus estudios, recibiéndose de Médica Cirujana, profesión que ejerce en la provincia de Catamarca, donde vive desde hace más de 20 años.  Allí residió en el interior y, actualmente, en la capital. Escribe desde siempre, desde que era una niña.  Hace varios años ingresó al Taller Literario “La Cueva”. Ha participado en Jornadas de Lecturas, Ferias de Libro en La Rioja y Catamarca, Talleres en el interior de la provincia, Encuentros de escritores. Asimismo participó en Certámenes Literarios, donde varios de sus cuentos y relatos obtuvieron distinciones.  Tiene  libros inéditos. Aquí nos trae un par de cuentos cortos para apreciar.


                                              RECUERDOS DE OTOÑO

Abril es el mes más hermoso del año.  Me gusta su musicalidad.  Abril..., parece que suenan campanitas al nombrarlo.
Cuando era pequeña escuché una canción en la radio: “Era tiempo de otoño, abril, quizás recuerdes/ era tiempo de otoño, abril y yo te amaba” y desde entonces empecé a querer ese mes y su otoño de una manera especial. 
Córdoba renace en abril. El otoño se cuela en todos los rincones, dejando una estela de melancolía.
No era así en mi infancia. Yo disfrutaba de los días que se acortaban sensiblemente, del sol que se volvía amigo e invitaba a pasear por plazas y parques.  Las hojas de los árboles relegaban sus rozagantes tonos verdosos y viraban sus colores al dorado, rojizo, amarillo limón, desprendiéndose de las ramas que las tenían prisioneras durante el verano, para volar con la más suave brisa.  Yo las corría, gritando desaforadamente, me gustaba pisarlas y oír el crujido al romperse, las estrujaba y soltaba el polvillo al viento, riendo, alegre, traviesa.  Chapoteaba en los charcos que olvidaba la lluvia, sin preocuparme por los zapatos que amenazaban con despegarse. 
Salía del colegio al mediodía y caminaba unas cuadras conversando con mis compañeras, riendo por la más simple tontera, sin prisa para ir a almorzar, sin remordimientos por hacer esperar a mi mamá, sin pensar en las horas de estudio que vendrían después. 
Pasaba las tardes con la nariz metida en los textos de historia, geografía, tratando de descifrar la diferencia entre la cultura griega y romana, sus dioses, sus mitologías, nunca me gustaron, nunca los aprendí, los memorizaba para “zafar” al día siguiente y olvidarlo poco después.  Me gustaban los cálculos matemáticos, perseguir por los renglones números y cifras, cambiarlas de lugar, me parecía fácil, un juego, mientras escuchaba la radio a la hora de la siesta.  Papá me decía que la apagara para poder concentrarme y yo la ponía a muy bajo volumen para que él no la escuchara. 
Ana Luisa era mi compañera de aventuras. Pequeña e inquieta, corría incansablemente, al viento sus cabellos colorados, su risa contagiosa.  Era la cabecilla de las travesuras por el barrio, yo la seguía con un poco de miedo, pero ella estimulaba mi avidez de aventuras infantiles, siempre reprimida por una madre demasiado respetuosa de las leyes de urbanismo...  El mayor peligro que nos acechaba era que nos retaran en las esquinas donde nos escondíamos después de tocar los timbres de todas las casas de la cuadra. 
Elisa era mi compañera de banco, la amiga incondicional con la que compartí los últimos años de la infancia y toda la adolescencia.  Era menuda, tímida, con una gran sonrisa que le formaba dos hoyuelitos en las mejillas. Hablábamos en voz baja, juntando nuestras cabezas y “poniéndonos al día”, en las horas de clase o en los breves recreos.  ¡Cuántas cosas teníamos para decirnos, cuantas “novedades” de un día para el otro! 
Tenía amigas con las que nos reuníamos para criticar a las otras, las que no formaban parte de nuestro grupo, las que nos parecían tontas y frívolas. Nos reíamos de ellas, imaginándolas reunidas, a su vez, para criticarnos a nosotras.
Recuerdo esos días de escuela iluminados con una luz especial.  Luz matinal que nos acompañaba en el patio, en el izamiento de bandera, desafinando las canciones patrias, luz que inundaba el aula y nos obligaban a asomarnos a la ventana y espiar la vida que se desarrollaba afuera, el continuo movimiento de la avenida llena de autos, ómnibus, gente corriendo.  Las mañanas eran eternas, las horas de clase largas y, más de una vez, aburridas, las pasaba bostezando disimuladamente, llenos los ojos de lágrimas de sueño, pero eran más los momentos en que me divertía, riendo de todo, soñando con el futuro, sin miedo, confiada en lograr todo lo que me propusiera. 
Han pasado tantos años... 
Hoy es abril, nuevamente. 
El viento azota la ventana de mi habitación y miro las gotas de lluvia que brillan iluminadas por el farol de la esquina. No puedo dormir.  Dejo la ventana y vuelvo a la cama. 
Suspiro. 
Los recuerdos me invaden obsesivamente, me dejan un sabor dulce pero nostálgico.  Esa luz que iluminaba mi vida se mete en mi cuarto reemplazando las tinieblas nocturnas y me parece estar nuevamente en el aula del colegio, con mis compañeras, con las amigas entrañables que no he vuelto a ver.  Vilma fija su mirada en la vereda, tratando de ubicar al chico que la pasa a buscar a la hora de la salida, Liliana repasa la lección de física, Mónica sueña con el viaje a Bariloche, Patricia calcula las materias que tiene que rendir en diciembre.  Las miro, ¿las sueño?  Sonrío, ¿esa niña juguetona, esa adolescente de risa fuerte como no recuerdo haber reído últimamente,  soy yo?  Hubo un tiempo en que fui así, alegre, despreocupada, ¿o es sólo lo que quiero recordar?  También tuve días tristes, lloré porque me sentía sola, fea, incapaz de lograr algún objetivo, pero no quiero pensar en ello o la luz empieza a apagarse.
Hoy, esta noche, vuelvo a tener 12, 15, 17 años.  Vuelvo a la Córdoba que dejé y que ya no existe, a las veredas llenas de hojas crujientes, a la hora de salida de la escuela.  Vuelven mis amigas a esperarme para caminar sin prisa, riendo.  El mundo es todo nuestro, el futuro también. 
Afuera sigue lloviendo, pero no escucho la lluvia.  El sol, un sol brillante, un sol sólo mío, ilumina hasta los últimos rincones de mi cuarto, hasta los últimos pliegues de las sábanas...

                                                                 TANTA  LOCURA

            Me gusta encender un fósforo en la oscuridad, mirar como se consume la llama balanceándose con cada movimiento del aire, soplarla hasta hacerla desaparecer, como si tuviera el poder de dominar las luces y las sombras.
No siempre fue así.  Fui aprendiendo de a poco, cuando papá regresaba borracho de la calle y comenzaban las eternas peleas con mamá.  Con Lautaro nos entendíamos con una mirada y cuando la vieja escalera de chapa crujía ante los pasos desiguales de papá, nos abrazábamos asustados porque ya sabíamos que luego llegarían los reclamos de mamá, los gritos, los golpes, ella sangrando en el bañito sucio del fondo y yo llevándole toallas para que se limpiara.  
Una tarde lluviosa, mientras jugábamos contando las goteras que caían sobre la tapa del inodoro, mamá preparó un bolso y nos miró, no sé si con enojo o con tristeza, pero se fue sin decirnos nada, sin un beso ni una caricia.  Sólo nos dejó una última palabrota destinada a papá, que todavía no regresaba de la fábrica donde “se le iba la vida”, como decía cuando estaba más sobrio.
Mamá no volvió jamás y papá siguió llegando tarde y borracho, golpeando su cuerpo contra el marco de la puerta, y Lautaro se cobijaba en mis brazos porque sabía que papá nos llamaría a los gritos para pedirnos un plato de comida, o para amagarnos un golpe con esa mano grande y pesada que tenía y que sonaba como látigo en nuestras espaldas. 
Fue entonces cuando escondí por primera vez una cajita de fósforos en el bolsillo del único saquito que tenía, demasiado liviano para detener el frío que se colaba entre los agujeros de los codos.  Lautaro tenía un pantalón grande para su cuerpecito flaco.  Se lo había dado la gringa de la panadería, que a veces nos miraba con lástima, cuando entrábamos a su negocio a buscar el pedacito de pan que nos alimentaría por dos o tres días.  Preparábamos una sopa con las verduras que recogíamos en los basurales y mojábamos allí el pan, sorbiendo gustosos el jugo tibio que nos calentaba el alma, helada de tanto andar pidiendo por las calles desiertas. 
Con Lautaro reíamos, jugábamos, repasábamos las pocas letras que conocíamos, sumábamos cucharas y cuchillos e inventábamos historias de duendes y fantasmas. Después escuchábamos los pasos en la escalera de chapa y callábamos nuestra risa, nuestra voces, nos mirábamos en silencio y corríamos al escondite que había descubierto una tarde de sol, un viejo armario que estaba en el pasillo, donde cabíamos los dos y nuestro miedo de encontrarlo a papá antes de cerrar la puerta y envolvernos en esa profunda oscuridad.  Yo sentía el temblor en el cuerpo de Lautaro y veía mi miedo en su mirada, pero sonreía, era la mayor y tenía que cuidarlo, protegerlo, era mi responsabilidad, ya que no éramos la responsabilidad de nadie.  Encendía un fósforo y nos mirábamos las caritas sucias.
_ No tengas miedo _ le decía yo _ papá nunca nos encontrará acá, no dejaré que te pegue, no me va a tocar nunca más...
Soplaba y la llama se apagaba. Me sentía inmensa, podía encender otro y hacer que la luz venciera las tinieblas y ver los ojitos de Lautaro y su sonrisa confiada, lo apagaba y papá pasaría de largo, gritando nuestros nombres, insultando a mamá, en ese monólogo que precedía al sueño.
No sé cuánto tiempo pasamos así, antes de que el armario resultara demasiado chico para los dos o antes de que papá nos descubriera y nos sacara a los tirones de nuestro refugio.  Recuerdo el dolor en la cabeza, después de que nos arrastró de los cabellos y de que nos golpeó con el cinto.  A Lautaro le sangraba la nariz y yo quise lavarle la cara pero papá me lo impidió.
_ Dejálo _ me dijo _ que se haga hombre.  Siempre mariconeando, llorando y buscándote para que lo consueles...
La remera se le manchaba de sangre y yo pensaba que me iba a costar limpiarla después.  Tal vez por eso no me fijé dónde ponía el plato de sopa y lo derramé en las piernas de papá, que se levantó de un salto y me cacheteó sin piedad, hasta que no pude más y lloré, buscando yo, esa vez, la protección de mi hermano.  Lautaro me llevó a un rincón de la pieza, pero papá estaba descontrolado, amenazaba con mandarme a trabajar a la calle.
_ A ver si servís para algo y traés unos pesos _ decía _ mañana mismo te llevo con el Turco, que ya sabrá qué hacer con vos...
No sabía quién era el Turco, pero intuí algo horrible y Lautaro me dijo al oído.
_ No te preocupés, no dejaré que te haga daño, te lo prometo.   
Esa mañana que fui tempranito a buscarle una botella de vino a papá, lo vi conversando con un hombre alto, de bigote grande, que después supe que era el Turco.  Ambos me miraron y sonrieron con malicia, me di cuenta de que hablaban de mí.
_ Demasiado flaca _ dijo el Turco _ pero siempre hay uno al que le gustan las chinitas chicas, ya voy a conseguir un cliente para ésa. 
Me tomó de un brazo y yo solté la botella que se estrelló en el piso, salpicando los zapatos lustrados del Turco y las zapatillas gastadas de papá.
_ ¡Chinita de porquería! _ gritó él, levantando la mano _ ¡No servís para nada!
Fue ahí que Lautaro apareció con el cuchillo largo y se lo clavó en el costado. El Turco gritó al ver la sangre y corrió de inmediato.  Papá nos miró con los ojos grandes, sin hablar, parecía que no encontraba palabras, tan luego él, que siempre tenía insultos y amenazas para cada momento.  Los ojos se le fueron cerrando despacio y cayó para atrás entre el griterío de la gente, que no sé de dónde salió, si antes habíamos estado sólo los tres y Lautaro que llegó callado, como una sombra.
Lo llevaron a la comisaría y a mí a una casa que no conocía, donde no hablaba con nadie y donde no sabían qué responderme cuando preguntaba por mi hermano, la única persona en este mundo con la que quería estar.
Por eso vine, señor juez, para hablar con usted y con toda esta gente.  Me pidieron que les diga la verdad y esa es la verdad.  No sé si a mi hermano le agarró un ataque de locura, como dice el abogado, que de ser un chico buenito, calladito, que sólo andaba conmigo por las calles y las plazas, que no se metía ni hablaba con nadie, pueda ser capaz de atacar, calladito también.  En ese momento no parecía él, era como si me lo hubieran cambiado y en su lugar estuviera un chico diferente, con una mirada distinta, sin miedo, sin nada, como si no tuviera sentimientos.  Yo también pensé que le había dado la locura... 
Pero ya no estoy segura de nada.  No sé quién está peor.  Si mi hermano que hizo lo único que podía al ver que me llevarían a trabajar a la calle, o los que nos dejaron crecer tan solos, llorando en el armario, encendiendo fósforos para hacer más corta la noche, los que permitieron que pasáramos días sin comer, sin ir a la escuela como los otros chicos, sin que nadie se ocupara de nosotros, cuidándonos como mejor nos salía.  No sé si la locura pasó por mi mamá que nos abandonó o por mi papá que nunca nos quiso y nos pegó tanto, o por el Turco que iba a venderme a alguno al que le gustaran las chinitas chicas y flacas.  No sé.
Yo sólo quiero que saquen a Lautaro de ese hospital donde lo encerraron para seguir cuidándolo como siempre.  Ya no habrá nadie que nos haga daño ni nos vuelva locos, a ninguno de los dos, si es que alguno de nosotros lo estuvo alguna vez...
Como les digo, ahora no me parece tanta locura de Lautaro.  Devuélvanmelo, les prometo que nunca más nos verán de nuevo...

Con rueda de mate y pastelitos nos fuimos despidiendo de los amigos catamarqueños, pues la consigna de la locomotora era cruzar el país y poner rumbo a la capital, para que ascendiese allí MARÍA PUGLIESE.Nació y reside en BUENOS AIRES. Poeta y ensayista.  Libros de poesía éditos:   "De uno y otro lado". Ed. Filofalsía. Buenos Aires. "Esquirlas". Ed. La rama dorada. Buenos Aires. "Voces como furias".  Ed. Último Reino.  Buenos Aires. Libros de poesía inéditos: "A paso de hombre". Premio Sigfrido Radaelli, otorgado por la Fundación Argentina para la poesía, Bs. As. 1987-. "Cavernas".  "Vigías en  la noche". "Criptas de amor". Plaquetas: "Viento y cenizas y otros poemas". Colección  Hojas de Sudestada  dirigida por Ana Emilia Lahitte. Nro. 120. La  Plata. 1990 - "Sobre un puente de cañas".  Ed. Arché. Buenos Aires. 1990. Antologías:  "Nacer en los ’50".  Col. “Mundo de papel”. Madrid. 1987.  "El grito y la rosa". –Revista Koeyu- Caracas, Venezuela. 1988.  "Voces femeninas de la poesía actual". Ed. Amaru. Buenos Aires. 1989. "Anuario de poetas argentinos contemporáneos". Ed. del Dock. Buenos Aires. 1990. "Four argentine poets. Book II". Ed. Correo Latino. Buenos Aires.1991. "Breve muestra de poesía contemporánea del Río de la Plata". Bianchi Editores. Canelones, Uruguay. 1994. "Quatro poetas argentinos". IARARANA. –revista de arte, crítica e literatura- Nro. 4. Salvador-Bahía- Brasil. 2000. Premios y distinciones:  Premio “Sigfrido Radaelli” al mejor libro inédito, otorgado por la  FUNDACION ARGENTINA PARA LA POESIA, al poemario A paso de hombre (1987) - Mención en el Concurso Internacional de poesía “Pablo Neruda”, por su poemario Prodigios. Municipalidad de Vicente López, Buenos Aires. 1992 - Mención especial en el Gran premio “Libertad”, organizado por la  Dirección de Cultura de la Municipalidad de Vicente López, Buenos Aires. 1987. Ensayos de su autoría que fueron editados en diferentes medios gráficos: El desierto y la memoria. –poesía argentina en la década  1980-90-. 1990. Antonio Machado y la ardua tarea de realizar lo desrealizado.  1990. Franz Kafka: La condena o el triángulo de la ausencia.  1990. Francisco de Quevedo y Villegas: Las máscaras de una carcajada.  1991. Ausencia y silencio en la poesía de Alejandra Pizarnik. Trae en esta oportunidad sus poemas.                                              


La oscuridad

despeja cualquier incertidumbre

Sé de  la vigilia y del sobresalto
Sé de brumas proféticas
al pie de callejones sin salida
con centinelas expectantes
Sé del coraje a paso de hombre
y de las emboscadas
y de seguir  sin girar  la cabeza
y de las amenazas  a  espalda descubierta

Así  la oscuridad
se sucede en hileras

esos   me amaron
esos  todavía  esperan
ése apuesta sus días a costa de mis noches
éste en presencia
mira sin  comprender
No sé
del último eslabón  que desanuda
tu  respirar profundo
ni cuándo  la  mano se abandona
al borde de  la almohada
ni de los  murmullos 
                                 entre sueños
del descanso

No sé cómo cubrirte ni en qué  cuidarme
ninguna estampa puede apartar  la pena
que nubla mis sentidos


Así  la oscuridad
se sucede en hileras

lamer de las migajas
o exhibir el ornamento de los vencedores

es preciso matar
o dejarse morir


Los pájaros multiplican  sus chirridos
y  los cedros  con  alarde
custodian las  veredas
mullidas de hojas muertas

Nunca nos cobijaron
nunca  oirán el eco
                                de las voces
                                de  las  risas
                                de los pasos

marzo en acecho
el impiadoso abril
despiezo mayo



como si lo hubiera elegido
como si se hubiera diseminado por el suelo
y alertara
                   hacia dónde  irán las huellas

como si los presagios
fueran un espejismo
del trabajo minucioso de  la historia
sin más ley que avanzar

como si todo el recorrido
lo hubiera trazado esta o aquella decisión
como si lo que dije
respondiera a una verdad absoluta

como si no hubiera sospechado
que de cualquier modo
vendría por mí



qué dirán
para compadecerse
a quién preguntarán
por qué

correrán a buscar
evidencias
y no hallarán ni un  rastro

nada develará
lo felices que fuimos


cuando ya no importe
la evidencia gravará en su morada
inventarios de traición
se habrá instalado como peste
y cuando ya no importe
la cábala
los presagios
prescribirán vanidades
hasta mitigar hitos
de hastío
de resignación

vale la pena
aunque no importe


cuál es la diferencia
entre arrastrar con la fuerza de un buey
un cuerpo inerte
y no tener adónde ir


y si fuera arrepentimiento
y si cediera  el lugar a la desolación
y si lo inútil
mostrara  sus fauces
para socorrerme
a salvo
de qué


no era necesario

tanta mezquindad
desprovista de ritos  y de máscaras
no era necesario

entre el soplo o el montón de hilachas
prefiero hilvanar cada retazo
empañado de lodo y sangre
prefiero restaurar sus fulgores
con las aguas del sudor y el llanto

no es lo que quisimos
no es lo que pudimos
ni siquiera su propia consecuencia

y aunque lo secretamente temido
sucede siempre
cualquier oprobio
ofrece alternativas 

aquí lo dejo
lo empujo más allá


 a Irma Cuña, en memoria (04.09.1932-16.05.2004).

Teníamos por costumbre
dialogar con el corazón
hurgar  oscuros sortilegios
desmentir los oráculos de las manos
y las cartas

oramos de improviso a dioses solitarios
con los rostros expuestos al espejo del río
con la amada ciudad a las espaldas

trazamos  en desmesos
la alevosía de las carcajadas
para que no nos sorprendiera

y ahora  desconsuelo

Lo sé:
           prescindirás
           de su cuerpo pesado
           y con alivio
           silenciarás su infinito monólogo
           en ausencia

Lo sé:
te espera
como un ángel paciente

                                                     por fin reiniciaremos
                                                    el lejano susurro del despido

y sin heridas
caminarás segura
                            hacia el reencuentro


Y también en la Reina del Plata esperaba otra pasajera: CLAUDIA AINCHIL. Nacida y residente en la ciudad autónoma de BUENOS AIRES. Co-fundadora de la Sociedad de Escritores Inéditos e Independientes de la Argentina, una ONGs que fomenta la escritura y la lectura. Su  obra poética musical "Aunque el mundo caiga a los costados" (1990) fue elegida junto a otras obras y representada en la Sala Enrique Muiño del Centro Cultural General San Martín. Sus poemas son difundidos por distintos medios en: España, Cuba, Perú, México, Francia, Italia, EE.UU. y Chile entre otros; así como también en suplementos culturales de diarios del interior del país. Libros de poesía publicados: "Comienzo de comienzos, "Son cosas de ángeles", "Amores sin zapatos", “Remolinos a bordo”. Disfruten su poesía.


RETRATO DE UN VUELO
Es tarde?  pregunto

el silencio humoso nos mira

queda atrapado en un esbozo

los viajes a anhelos indefinidos

vienen

es temprano? vorazmente

escaleras llevan a algún sitio

a extender piernas caderas pies

a lechos trance de amor sudorosos

y la muchedumbre agolpada queriendo saber

siempre queremos saber cuán oscura

es la profundidad.

Existimos a medida que nuestra condición de pasajeros

no permite detenerse en ningún sitio,

queremos saber si un instante equivale a eternidad

tal vez sólo es instante

entorpecido ademán de un aire alcohólico.

No supiste contestarme

otros tampoco pudieron desenredar la maraña

por eso estoy aquí

por eso estoy aquí?  pregunto

resuelve la dimensión de tu vuelo

pero ten cuidado.


LOS ADIOSES
Los adioses como venas silenciosas

ingresando estallando

los adioses en el aire

en los ojos

sin palabras

un ocaso

los adioses

mutación cambio

cómo duelen

cómo nos dejan huérfanos...


EN COMBATE
En combate

se atraviesan soles

apenas nuevecitos

recién inaugurados

lunas

llenas de mundos

cuartos que crecen y decrecen

también estrellas

en combate

espectadoras que no entienden

por qué se derrama tanto líquido

rojo

ojos de niños de mujeres

de hombres en combate

manos piernas cuerpos

nada se salva

corazones sueños

sueños grandes

inmensos

con alas que no conocerán el vuelo.

Se atraviesan sueños. En combate.

La radio chorrea escalofríos

esa viscosa sangre se adhiere

permanece

es plomo en las arterias,

y uno que es sensible tiembla

solloza

vocifera por un mundo distinto...

SERÁ...
Será que estoy un poco húmeda

de hueso y carne.

Será que el pasado fue parte de la novela

develada

atormentadas noches y secretos de amor

prohibido.

Será que en un tiempo remoto

la soledad oscureció instantes

y nadie salió en defensa.

Será que hay batallas que el destino

nos permite ganar

y otras no

como un sino que está escrito.

Será que uno va cambiando

los arrebatos dejan de ser incendio

y pasan a ser llama

o de ser ellos inhóspitos.

Será que la adultez corrompe

parte del asombro

y la ingenuidad de los primeros días.

O será que como el ave fénix

estoy nuevamente renaciendo

dispuesta a todo

por vivir


      UN  DIA
A través de los espejos

se sucedieron imágenes

memorias

resonaron batallas y regresos.

Algunos exilios oscuros

como fragmentos de soledad.

Un día, cuando infinito

y muchedumbre musitaban levemente

hubo un roce un batir de fuegos.

Era verano en los cuerpos

acontecía una brisa impúdica

veloz.

Transparente como el amor.

En vertiginosos abrazos

esparciste gorriones en mi nido

juntamos huellas para que quedaran

grabadas en la historia

borramos océanos

y espadas

a sorbos a caricias nos entregamos...
                                            del libro  "REMOLINOS A BORDO"

LLUEVE

Llueve como cortinas aisladas

en islas desiertas

merezco ser una gota

y llover y empapar por bocas

horas, instantes.

Llueve, regalarme el corazón

es un incentivo

para que nade entre las brumas

hasta la orilla

y llegue a tus lluvias

tus horas empapadas

mis cortinas en islas...

     NIEBLA
Estoy estamos con

sin nada en común

con todo en la mano

en privado y multitudes

lluvias se han ido gastadas en la plaza

comidas digeridas alienadas

y un silencio se apoderó majestuosamente

de nuestras bocas abiertas

como vapor que sube de un navío

que baja al alborear

que mira y se va...

LA NO PROHIBICIÓN

Dice
prohibido

aunque seria mejor aire cortado

medialuna hecha a prisa

café hirviendo en el bar literario.

Se siente un límite inimaginable

bostezando lavandina de estación

con un boleto marcado en el punto exacto

y un dicho pajuerano, prohibido fumar.

Qué tonto si solo fuera eso

redondel mascullado en un tabaco negro

chirolas prendiéndose en un fósforo.

Acá la prohibición data de un siglo

y no es humo ni lengua

ni dos vacas pastando.

Llegar adonde habita el amor

es casi imposible, de ahí la prohibición

pero llegar adonde está mi amor

es lo más fácil

penetramos por una puerta subterránea

y él está intacto, con los brazos abiertos

y exento del peligro de una facta prohibición.

                                     del libro AMORES SIN ZAPATOS

LA BRECHA
¿Cuándo declinará el filo rabioso

del atardecer en ascuas?

¿Cuándo los hechizos caducarán

llenos de estrellas y desprenderán

amaneceres de los mejores mundos?

¿Cuándo la brisa será de todos, y

podamos respirarnos sin preguntas?

¿Y cuándo el corazón soplando agua de rosas

será el ejército del alma?.

Antes que el viento congele los pasos

antes del fin de la ventura

antes de antes

y sobre todo antes de creer

que ya no queda nada

ni miradas, ni el dulce

beso de tus labios,

acuérdate de esto, encontraré

esa brecha,

y la haré mía.


  AMOR EN MI
Amor en mí

ríos que brotan

y siempre pujan

y siempre andan

y ocasionan desbarajustes

y llantos niños

y llantos grandes

y me dan risa

y es linda esa costumbre

y hasta me ahoga

pero es tan preciso para estar viva

sus alas de ángeles

sus golondrinas

sus quiero y quiero

su idioma bello, tan necesario

e imprescindible

que si vinieran y me dijeran

que amar es feo

no les creería.


                                                 del libro “SON COSAS DE ÁNGELES”


 INFORME DE OFICINA
Se levantan, desayunan

el tren da la señal de partida

ya arriba suspiran que la inflación

una bomba dos películas buenas

en reposición que el partido a la noche

y el sueldo que alcanza para un café

en Pekín.

Firman y se sientan en el mismo lugar

de siempre

hará un pase, estampará su firma

varias veces

sellará reirá comerá

con mal humor con buen humor con humor.

Se despedirán sintiendo afuera

ese aire cortado que todavía

no habían aspirado.

Toman el tren llegan comen

descubren que la televisión no está tan mala

sino apenas horrible en el momento

en que están solos

y se acuestan

clavando en un reloj sus horas.

                                                            del libro “COMIENZO DE COMIENZOS”


La vueltita estuvo linda pero era hora de regresar al pago. Y aquí los espero para recibir vuestros trabajos (poesía o prosa) y la minibiografía. Como siempre estoy en: millaco@ciudad.com.ar
Puede demorar la publicación pero nada se pierde en los cajones ...
Hasta la próxima !! Un abrazo ...

                                       CRIS