Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 10

SEÑORES PASAJEROS:

Luego de una prolongada parada en zonas cósmicamente energéticas de nuestro territorio, el tren vuelve a circular con normalidad.
La gerencia editorial confía que el material presentado hoy sea de vuestro agrado. Espera además vuestra sugerencias, colaboraciones y comentarios criteriosos. ¡¡¡Partimos!!!

En primer lugar les traigo los poemas de un amigo cordobés, alma límpida y clara con quien acabo de reencontrarme luego de largo alejamiento en el Encuentro de Poetas de Villa Allende (Cba.). Su nombre: RUBÉN PASINO.
Nació en Valentín Alsina (PBA) el 21-8-1.941 (cerca de mis natales pagos) pero fue adoptado por Córdoba desde los 4 años de edad. Es poeta, pintor y artesano. Concibió, dirige y saca adelante con ímprobo esfuerzo (¡¡todo a pulmón!!) la revista literaria "Ecos de Cristal". Ha sido Presidente de la Sociedad Argentina de Letras, Artes y Ciencias -S.A.L.A.C.- a nivel nacional.
Tiene un libro publicado "VIVENCIAS DE LA VIDA-SENTIMIENTOS".
Su poesía es clara y sencilla como su corazón.

CENIZA DEL TIEMPO






Hay un bálsamo

en la arpillera

desteñida del día.

Efluvio de cálidos celajes

refulgiendo ensueños.
Una equidad de tiempo
filigrana ansiedad
con iridiscencia
de anhelo.
Vespertina oquedad
de viandante y emotivo
sentimiento
en el umbral
saturado de ocres.
Cuando la ceniza
del cabello
trasmuta silencio
esperanza
de vivir de nuevo
en el espejo

de la primaveral

sustancia
del génesis
del tiempo



TRIBUTO



Enarbolo banderas de sueños
en mástiles
de ilusiones.
Un coro de golondrinas
como mágicas palabras
vuelan en los surcos
de la tierra.
Remembranza del alma
señuelo de calma
y un corazón brama
en la flama
de la aurora
cuando comienza
a llorar su pena
un rocío de lágrimas.
Troqueles de esperanza
se esparcen en la trama
zurcida en la tela
del día.
Porque ya no hay alegría
sino, se marchita la flor
del jardín de la risa
y el hambre hace cosquillas
como tributo de la vida.



HOY



Hoy me llueven
estrellas diamantinas
es la luz paternal
del ansia
en refulgente santidad
de dolencias.
Hoy me llueven
vanos recuerdos
del azul
que siempre hablamos.
Y un sabor a piel
seduce la escoria
de mi locura.
¿O será la cordura
que fragua
el incienso del amor?
Hoy me llueven
tus recuerdos
cuando florece
en la mente
tu nombre.
Hoy me llueven
los ojos
conque he de mirarte
amor.



Y en segundo término, y usufructuando las ventajas de ser la artífice de este envío cyber, les dejo un cuentito y unos poemas de mi autoría (¡podría ser peor!). Y como esta revista llega sabe Dios donde (o eso espero) va un mini biografía para quienes aún no me conocen:

Ví la luz un 15 de diciembre del 49' en Avellaneda (PBA), pago renombrado por los guapos que poblaban sus esquinas -recuerden al Herminio Iglesias for example- y la famosa canción del rock nacional "Avellaneda Blues" que rememora las épocas del whisky trucho que alguno emprendedores fabricaban. De los 3 a los casi 18 transité las aulas del María Auxiliadora (¡sí!). Alumna ejemplar, cuadro de honor, la bandera ... ¡un orgullo para los viejos, vea! Entonces decidí que el mundo era ancho y venturoso y entré en la Facultad donde me recibí de Abogada. Pero como era una nena estudiosa, para no aburrirme, entremedio cursé el Profesorado Nacional de Música y Canto (gracias a lo cual hoy laburo en las escuelas). Años después y algo más despabilada, combiné la abogacía, la enseñanza, la literatura (vicio en el que caí de muy niña) con la producción de un programa de tv. Y así anduve junto a Carlos Gallo (quien lo realizaba) "Por la vida" en 1.999 (¡ojo! no entender para cualquier lado: así se llama) que fue el 1er. programa de tv. pampeano dedicado a la salud. Y en radio también dejé oír mi voz en micros de poemas y actualmente (algo más seria) en un micro jurídico que sale los sábados por una FM local.  En lo literario fui Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores -S.A.D.E.- Filial La Pampa, durante 10 años-1.988-1.998- (¡nadie quería agarrar viaje y me renovaban!); creé y manejé el Café Literario "Letras en el Andén" entre el 95' y el 99' y edité la revista del mismo nombre; participé (y participo) en innúmeros concursos y gané un montón de premios ("los platitos de mami" según dice Paulita).  Publiqué en épocas de bonanza (económica) dos libros: "POEMAS PARA TU AUSENCIA" y "EN CARNE VIVA" y tengo en carpeta, listos, dos más de poesía y dos de cuento (¿dónde hay un mango please?).  Actualmente también me dedico a continuar estudiando Astrología (y otras ciencias del mismo palo) y a realizar cartas astrales (con clientes satisfechos hasta el momento).  ¿El futuro? Dios dirá... pero sigo a la búsqueda de nuevas experiencias porque es lo único que me mantiene joven. HE DICHO.

El cuento, alineado en el estilo del realismo mágico (aunque García Márquez puede dormir tranquilo) refleja quizá el inconsciente colectivo de muchos argentinos. Se van a reír así que ¡disfrútenlo!. Los poemas pertenecen a mi futuro 3er.libro (¡¡¡se aceptan mecenas!!!) titulado "PIEL DE OTOÑO".  Elegí de varios estilos sin olvidar el erótico-amoroso para no desilusionar a mis admiradores (¡sí! los tengo).
 ¡Basta de cháchara! ¡¡A LEER ESTE NÚMERO!!
CRIS

SIEMPRE EL TIEMPO...
                                     a  PAULA

A veces uno piensa
- sin creerlo -
que los años no avanzan.
Que siempre el mismo rostro
nos reflejan
los cansado espejos.
Sin embargo están ellos:
nuestros hijos.
Crecen, maduran,
derivan en el viento
con sus túrgidas alas.
Derrotando al silencio.
Y el tren de la memoria
se detiene en los viejos andenes:
la primera palabra,
la sonrisa,
los pasos tambaleantes,
el delantal de la primaria,
el noviecito, aquel, adolescente.
Queremos ser maduros
pero siempre nos sangra la partida.
Atesoramos los gestos, las miradas,
el silencioso abrazo del reencuentro.
Los cubrimos de besos
- ilusos propietarios -
sabiendo que no son ni han sido nuestros.
Es duro aprendizaje
aceptar que ese tiempo
nunca vuelve ...
Que sólo son fugaces los regresos...


MISTERIO

Simplemente me tocas.
El universo estalla.
Tus dedos
- dibujando mis ojos -
son una sierpe azul
que desgarra mi ropa.
¿Qué rara alquimia tienes
que devela tu soplo
utopías calladas ?.
Vuelvo a nacer,
cantando,
en el cuenco embrujado
de tu pecho.
Estremecida...

Simplemente me tocas ...


EN MARCHA

Alguien creyó
que podía amordazar
mis sueños.
Oscurecer el cielo,
callar mi canto,
abatirme desnuda
y sin salida.

... Recortarme las alas
para frenar
mi vuelo ...

Pero cargué mi alforja
y con risas y lágrimas
al hombro
recuperé la vida.


MELANCOLIA

Estas manos que ayer
te descubrían
yacen quietas palpando
tu recuerdo.
En la sangre volcánica
que guardo
desmadeja jirones
la memoria.
Melancólico arpegio
da la tarde.
Llovizna pertinaz
de gris y ausencia.

Mueren besos sin boca
donde asirse,
ni tu pájaro anida
en mi garganta.
Tangencial desmesura
del olvido
clausurando mis cauces
más secretos.
Melancólico acorde
da el ocaso.
Llovizna pertinaz
sobre tu ausencia.


TU NOMBRE


Para decir tu nombre
no necesito palabras.
La célula, el latido,
la memoria
están llenos de tí.
Cada partícula de piel
lleva grabada tu impronta.
Con el fulgor sagrado
del deseo
paladeo tu ausencia.
Porque el encuentro
te nombrará sin tregua
entre los pliegues sedientos
de mi cuerpo.

DESTINO FATAL

         Buenos Aires era una reina al rojo vivo. Treinta y siete grados a la sombra y noventa y seis por ciento de humedad desintegraban al más pintado. Las palomas habían desaparecido del cielo porteño que intentaba parecer azul bajo el tórrido sol de las cinco de la tarde. Los acondicionadores de los edificios públicos escupían agua recalentada sobre la vereda, la que siseaba y desaparecía al instante de haber hecho contacto con el cemento ardiente. ¡Mi Buenos Aires querido! Ni el más fanático de entre los fanáticos admiradores podría haber susurrado esa frase. No tendría aliento para ello.
         La Plaza de Mayo comenzó a poblarse de rostros sudorosos y cansados, que ni siquiera esbozaban una mísera sonrisa ante el conocimiento de que era viernes por la tarde, fin de la tortura laboral que los mantenía sujetos y engayolados a esta ciudad. Las negras bocas del subte comenzaron a engullir su carga humana, los colectivos hacinaban a los pasajeros que sólo aspiraban a huir del centro, y el aire se vió quebrado por los gritos, las puteadas, los adioses, la infinita variedad de la humana comunicación. Un aroma mezcla de gasoil, transpiración y mugre, pringaba las ropas y los cuerpos.
         La Casa Rosada, mítica atalaya custodiando el puerto, también se llamaba al reposo. Una fauna indescriptible era vomitada por sus puertas y rápidamente absorbida por la multitud que cubría la plaza y las veredas. Por fin, cuando el sol había comenzado a ocultarse entre los edificios, los últimos funcionarios ascendieron a sus autos y la calma comenzó a adueñarse del lugar.
         - El lunes será otro día - musitó el Presidente - ya vendrán las soluciones...
         Razón tenía el mandatario para preocuparse. La anhelada pacificación y la estabilidad económica, estandartes preferidos del partido gobernante para retrucar a los contras, se desmoronaban estrepitosamente día tras día.
         En lo político, la cercanía de las elecciones, en meses nomás, habían transformado el ya de por sí caldeado ambiente, en una versión gauchesca del "Infierno" del Dante. Las internas del partido oficial exhibían una ferocidad y una crueldad dignas de Atila. Solo Dios sabía cual sería la fórmula electa, habida cuenta de los amores y los odios, las trenzas y las destrenzadas, las alianzas y los divorcios. Una cosa era segura: el supremo no quería resignar su poder y se aferraba al sillón de Rivadavia con uñas y dientes, lo que complicaba aún más el caótico panorama. Por la oposición las cosas no andaban mejor. La nueva coalición, cuyo futuro brillante sería el de reemplazar al alicaído partido que regía los destinos de los conciudadanos, se veía convulsionada a diario por rencillas internas que presagiaban, más que un futuro brillante, una derrota estrepitosa al momento de la verdad.
         En lo social, la Argentina ardía por los cuatro rumbos cardinales. Las medidas que se tomaban desde el gobierno tenían el mismo destino que intentar apagar un incendio con una regadera. Eran inútiles. Cuando los obreros del petróleo de Cutral Co se tranquilizaban, los pescadores de Mar del Plata acordonaban el puerto con sus barcos. Los empleados públicos de Corrientes quemaban un muñeco representando al gobernador mientras que los viñateros mendocinos descargaban cientos de litros de vino en el frente de la residencia gubernamental. Los collas jujeños, acampados en las tierras por donde pasaría un ducto petrolero, corrían a tiros a los contratistas. y en Río IV la ruta llevaba días cortada por una manifestación agraria que había estacionado sobre ella cientos de tractores. Y en pleno centro de Buenos Aires, la plaza del Congreso se ornamentaba con la carpa blanca, mientras los docentes veían pasar los meses y los años, entre ayunos, turistas curiosos e intrigados y solidaridad nacional e internacional. Un verdadero caos por donde se mirase.
         Con esta espléndida visión, el primer mandatario había decidido llamarse a sosiego en medio de sus comprovincianos, atrincherado en su bunker cordillerano, amenizando el fin de semana con asados, buen vino y guitarreadas. Los problemas se resolverían el lunes o nunca, lo mismo daba.
         La semana comenzó con noticias inquietantes. Los dos periódicos de mayor circulación nacional exhibían titulares coincidentes: "La famosa vidente Celeste Curita predice el colapso del país en los próximos treinta días" "Se desataría feroz guerra civil por el poder". Para cualquier porteño de ley, el lunes es el día consagrado al ritual futbolero: análisis de partidos, puntaje de los equipos, jugadores destacados, posiciones en la tabla. Máxime si Boquita había perdido el invicto luego de cuarenta y nueve partidos sin conocer la derrota, y las gallinas de River habían sido barridas del mapa por los pincharratas. Por lo que la gente común no prestó demasiada atención a las catastróficas predicciones. El martes y el miércoles, Doña Celeste, haciendo gala de una ubicuidad que más de un fantasma le envidiaría, aparecía en cuanto noticiero radial y televisivo existía. El miércoles, sus discípulos de la escuela "Los Metafísicos Libres", anunciaron para el fin de semana una concentración en la trajinada Plaza de Mayo, donde proponían formar una cadena humana en torno de la Pirámide con el objeto de invocar a los espíritus celestes para solicitar su ayuda. El jueves la ciudad era un hervidero de rumores, plegarias, y delirios variopintos. El viernes el Gobierno, decidido a frenar tanta locura colectiva, que socavaba las mismas raíces occidentales y cristianas del pueblo y la credibilidad del propio estado, convocó a la ciudadanía a la plaza, emulando a los próceres de Mayo en su célebre llamamiento a las bases de la civilidad.
         El día amaneció soleado y fresco, cual si quisiera asociarse a los trascendentales momentos que se vivirían en su transcurso. Para media mañana, la Pirámide emergía entre centenares de cabezas, que formaban media docena de círculos en su derredor. Era evidente que los metafísicos eran convincentes, ya que las pancartas, gallardetes y banderas que ondeaban graciosamente con la leve brisa pertenecían a distintas asociaciones nucleadas todas en el objetivo común de desentrañar los secretos del más allá. El aire vibraba con el sonido de los mantrams que el grupo entonaba, y trasmitía cierta claridad espiritual al resto de la concurrencia. El gentío crecía con el paso de las horas y para las cuatro de la tarde, hora anunciada de la aparición del Presidente, desbordaba por las calles laterales. Pese a la situación, o quizá por causa de ella, el clima general era festivo. Para un observador desprevenido pintaba como un picnic primaveral gigantesco y el fin del país parecía muy lejano.
         Todas las cámaras apuntaban, obsesivamente, al famoso, glorioso y único balcón, epicentro de mucha historia argentina. El clamor popular estalló sin frenos cuando la magra figura del primer mandatario hizo su aparición en escena, rodeado de sus adláteres que incluían, armoniosamente, amigos y enemigos, por eso de que en la política el odio de hoy es el amor de mañana. Alzó los brazos, en el típico saludo, y pareció elevarse por sobre sus pies, cual si quisiera levitar.
         - ¡Compañeros! ¡Pueblo de mi país! - su voz esdrújula resonó sobre la plaza.  
         - ¡Estamos hoy aquí para aventar los temores y las incertidumbres del futuro!  ¡Para desmentir a los falsos profetas del caos y la destrucción! ¡Para demostrar que a este Gobierno nadie le torcerá el rumbo que se ha impuesto, camino que nos lleva a la gloria y la felicidad! - y volvió a saludar mientras la multitud coreaba su nombre.
         Los corresponsales extranjeros, que se apiñaban junto a sus colegas frente al balcón, se preguntaron por enésima vez de donde surgía el carisma de este hombre. ¿Cómo era posible que fuera electo, reelecto y recontra-relecto? ¿Cuál era el secreto? Muchos paisanos de su provincia susurraban que, tiempo atrás, había realizado un pacto con el diablo, quien le habría prometido el poder y la gloria a cambio de su alma. Observando atentamente sus rasgos y en un alarde imaginativo, podría quizá concluirse que ostentaba cierto parecido con el Mandinga, pero su figura retacona evocaba más al "miskilo"(*) de su tierra natal que al todopoderoso Satán. Para las racionales mentes europeas y norteamericanas, la cuestión era un misterio, que a falta de explicación lógica atribuían indistintamente a una relación sadomasoquista entre el caudillo y su gente, a pautas culturales propias de un pueblo bárbaro, y a una idiosincrasia que jamás llegarían a comprender en profundidad.
         El discurso proseguía, estentóreo y fogoso, cuando un ligero temblor acalló el rumor popular. Al instante la plaza comenzó a moverse, sacudida en sus cimientos por quien sabe que fuerzas espectrales. Los mantrams de los metafísicos se percibían  por sobre el clamor, desbandando a las palomas, cuando la Pirámide comenzó a oscilar sobre su base. Como una marea desbordada la gente emprendió la huída, atropellándose por alcanzar la seguridad de la calle. En el balcón, los invitados miraban sin comprender demasiado y el presidente, absorto en su cháchara proselitista, con los ojos cerrados y los brazos en alto parecía empeñado en desafiar a las fuerzas del más allá.           
         Quizá fue por eso que no vió cuando la Pirámide se desprendió de su base y posicionándose como un misil apuntó directamente al balcón de marras. Para cuando los ocupantes del mismo atinaron a intentar la fuga, la pirámide misil había tomado velocidad y pasando limpiamente por el centro del balcón partido la estructura en dos, perdiéndose con impulso aún suficiente por el fondo del edificio.
         La confusión resultante fue indescriptible. Los amigos y los opositores, equitativamente repartidos entre las dos mitades del histórico baluarte, se aferraban a lo que podían para no caer al vacío. Mientras la muchedumbre contemplaba expectante la escena, la dos mitades del edificio comenzaron a arrugarse a derecha e izquierda como el fuelle de un bandoneón, con un pavoroso rechinar de material sobreexigido. Milagrosamente el fenómeno cesó y la rosada casa de gobierno lució como un libro abierto por la mitad.
         Los bomberos comenzaron la evacuación de la planta alta mientras los helicópteros de defensa civil colaboraban en la tarea. Cuando el último invitado estuvo a salvo, una señal celestial pareció indicar a la construcción que debía retomar su aspecto normal y el público presenció estupefacto la increíble restauración de la sede gubernamental. Cuando las dos partes se hubieron unido, solo un amplio y cilíndrico boquete, que permitía divisar las grúas del puerto, señalaba la trayectoria del proyectil.
         El Ministro del Interior fue el primero en reaccionar. Interrogó a los presentes sobre el paradero del Presidente, pero nadie recordaba haberlo visto en medio de la batahola. Se coreó su nombre, en la esperanza de que hiciera ¡por fin! acto de presencia, pero fue inútil. La tierra se lo había tragado.
         La filmación realizada por los camarógrafos de uno de los helicópteros del canal estatal permitió desentrañar el misterio. La misma mostraba el momento en que, con los brazos aún en alto, el Jefe de Gobierno era ensartado limpiamente por la pirámide misilística, y colgando de su vértice se perdía en el Río de la Plata, destino final de la misma.
         Aún hoy, sobre el agua leonada, sobresale en las horas de bajante la base del histórico monumento firmemente clavado sobre el fondo barroso. Las nuevas autoridades han decidido mantenerlo en su sitio como un epitafio acuático de quien fuera uno de los más perdurables presidentes de la historia nacional.
         Los metafísicos lo han convertido en objeto de culto y no es raro observar grupos cantando o meditando frente a él, tal vez para mantener firmes los designios del destino que envió, "per secula seculorum", al ocupante del sillón presidencial a reunirse con sus ancestros.

(*) MISKILO: Dios mitológico de origen diaguita. Según la zona, se lo representa como un animalito de forma extraña, como un pájaro gris maligno y como un niño pequeño, cubierto de pelos y de grandes ojos redondos que camina en cuatro patas con rapidez increíble. Es una encarnación del mal, que rapta a los hombres.