Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 21

QUERIDOS PASAJEROS:

La primavera viene llegando... reverdece el paisaje y el corazón se puebla de nuevos trinos. Un aire de renovación nos sorprende a cada vuelta de esquina.
¿Qué mejor entonces que traer hoy voces jóvenes? Los que comienzan a caminar este bello sendero de la poesía y ponen toda su fuerza y su vitalidad en la expresión.
El trencito ha vuelto a trasponer fronteras y así ha encontrado a nuestra primera pasajera.

Ella es GISELLA MORETY ROBLES. Y nos cuenta: "Yo soy de Curicó, esto queda en Chile, tengo 18 años y escribo desde hace bastante tiempo, he publicado un libro colectivo a través de la Universidad de Talca, en dónde publiqué algunos poemas y recibí muy buena crítica. He participado en recitales poéticos en la ciudad de Talca y también en Curicó. En uno de ellos leí un poema que se llama "Confesión", el cuál fue llevado al teatro como parte de una obra de monólogos femeninos, que eran pequeños ensayos de teatro. He publicado en el diario de mi ciudad y actualmente estoy trabajando con un editor Español que va a publicarme en el periódico literario que dirige llamado "Etcétera". He participado en dos talleres literarios y sigo formando parte de uno de ellos que imparte la Universidad de Talca, en dónde publicaremos otro libro para fines de año.
Este año entré a estudiar arquitectura a dicha Universidad, pero me retiré,
porque realmente no era lo mío. Ahora estoy preparándome para rendir
nuevamente la prueba de selección universitaria que se da acá en Chile.
Siempre he sido muy ligada a las letras, de niña me ha fascinado leer, y al
licenciarme de cuarto medio (que es el último curso del colegio acá en
Chile, no sé cómo se llamará allá en Argentina) recibí el premio a la mejor
alumna del área Humanista.
Hace poco estuve de viaje por Buenos Aires, y me pareció una ciudad
encantadora, llena de librerías en dónde los libros son mucho más baratos
que acá en Chile, volví a mi país cargada de muchos. Además la actividad cultural está muy viva."
Confieso que me fascinaron sus poemas pues revelan una madurez y un manejo de las vivencias que son de admirar. Les incluyo aquí siete de ellos y los recomiendo como imperdibles.

ESTANCADA

Soy la misma que nació ayer
aún sigo gobernando a las muñecas
aún me río
cuando un títere levemente descosido
reclama sus pertenencias.

Estoy verde y dura,
pequeña y atada a los paños que arrastro por el suelo,
es solo que he perdido mi chupete.


LA REBELIÓN DE LAS MUÑECAS

Todas me traicionaron.
Y yo que les permití sufragar al primer segundo de vida,
yo que les di trabajo a todas,
que les di de mamar
y las hice ciudadanas dentro de un castillo de princesas,
que hice de celestina y casé a unas cuantas,
que separé y anulé a otras pocas,
que les recité poemas en sus noches de insomnio,
y a todas les hice una fiesta para los quince años.

Pero me traicionaron.
Las muñecas me traicionaron.
Por la noche, armaron su equipaje
y tomaron el primer tren
de vuelta hacia la infancia.


CONFESIÓN

Ese cura no debió confesarme nunca
Porque la niña se me resistía
Mientras la mujer se me salía por los poros aventajada
Y aunque le rogué al profesor para
Que me dejara conversar a solas con la mujer,
Me obligó a entrar con ella a cuestas.

Porque así eran las reglas.
Me había sorprendido copiando en el examen de matemáticas
Y así eran las reglas

Apretada en el confesionario
(Porque la mujer me ocupaba casi todo el espacio)
Le rogué al cura nuevo del colegio
Que no me castigara tan severamente
Y le pedí,  así entre amigos
Que me fuera a confesar a otro lugar
Porque en el confesionario el olor a culpa se hacia cada vez más intenso

Y al entrar a sala vacía en la última esquina del patio
En un solo movimiento
se me escapó el pecado por el maquillaje
Porque a la mujer se le paso la mano con el labial rojo esa mañana de octubre
Y con la sombra de ojos que no debió ser retocada antes de salir al viento.

Siete padres nuestros solo porque la mujer pecaba
Era mucho para la niña que no sabia de matemáticas
Y las Ave Marías
Y las horas de oración
Un exceso por la ignorancia de una muchacha.

El ojo triste que me lloraba
No era tan vigoroso como el rímel de la mujer
Que me manchaba la mirada
O como la voz que me clamaba dentro  que no entendía
Porque desperdiciar el beso en la estola
Que de mujer no tiene nada
Menos de labios ni de cintura
Como para poder acoger al cura
Cuando regresa atormentado de tanta confesión absurda

Mientras,
la niña se me desesperaba
Entre convencer al padre de la vergüenza que sentía
Y a la mujer de que dejara de pecar por su cuerpo de una vez por todas.
Pero cuando el cura le miró los labios rojos a la mujer
 se olvido de la inocencia de las pecas que antes le había recordado
A santa Gemita.

La niña estaba repitiendo en silencio:
“ Angel de la guarda
Dulce compañía”
Y los pechos de la mujer
Duros de tanto besuqueo
Confundieron al cura joven
Que apretaba con fuerza el crucifijo en su  mano
Y luego nos confundimos todos
Los santos con los arcángeles
La mujer con la niña
El cura con el hombre.

Hasta que la muchacha no pudo más contra la mujer
Que hace ya tiempo le brotaba por los pechos y las piernas
Y  simplemente se murió ese día
De pura pubertad y culpa se murió la niña atormentada
Sin entender la lujuria,
Sin entender  matemáticas,
Sin entender la apresurada adolescencia.


EXAMEN FINAL

No iba yo al colegio
a envolver muchachos púberos de espaldas anchas
con mi perfume de sirena terrenal.
Caminaba yo lento,
Con los zapatos sin lustrar
Deslenguados de tantas cimarras
Con el bolsón lleno de libros
Y las tareas incompletas de la semana pasada

Fumando a escondidas en el último cuartel del baño
Me las ingeniaba en planear un desajuste
Para que se me citara a la oficina de mi desvelo diario
No para que me hablaran de mi conducta
Ni del buen pedazo de género que hace años debía haberle añadido a mi falda
No era la clase de dialogo que yo buscaba
(si es que buscaba realmente un diálogo)

El objetivo se me precipitaba entre ceja y ceja
Cada vez que el profesor
Me salpicaba con su discurso teórico
Que seguramente había preparado la noche anterior
Mientras su mujer lo esperaba con los años dispuestos sobre la cama.

El coqueteo se me daba como el agua
Y yo sé que él se cansaba
Intentando dar muerte a ese deseo culpable
Apretando los libros contra su pecho
Como queriendo enjaular la lujuria en siete tomos
Se escudaba en el libro de clases
De los ataques de mi cabellera indómita
De mis húmedos labios risueños...

Miles de manos desnudas escribían el dictado
Yo me dedicaba a sentirle la respiración
A ver si me llegaba un poquito de su aire en la distancia
Y alguna que otra vez he de haberle escrito un poema
No recuerdo bien a que hora escribí este poema
Ni que es lo que nos dictaba a todo el curso
A esas horas de la mañana
Cuando todos teníamos la almohada en la cabeza todavía.

Nunca acepté no ser una fantasía
Nunca acepté no ser un quiebre profundo en las doctrinas

Dancé sobre los pupitres 
Dancé sobre la madurez de los pizarrones
Caí al poder obsesivo de las copias
A la costumbre de los torpedos en los bolsillos
Antes del examen final

Adquirí con la práctica
La capacidad para responderle al profesor sus preguntas capciosas
Era cosa de mirarle a los ojos,
De robarle la experiencia en esas manos hambrientas
De sentir la barba vieja
Clavando la joven lozanía de mi mejilla colorada,

Y todo provenía del latín

Nunca existió una cura para mi demencia moral
y me enfermé de fantasías al perder la inocencia en las lecturas
al querer que la ingenuidad se me notara en donde la había perdido
al releer el beso que se desglosaba de capítulo en capítulo.

Lamentablemente tuve que rendir exámenes igual que todos los demás,
Y no recibí los castigos que buscaba

Aunque eso no fue lo más terrible

LA INDESEABLE

Yo decidí ser mujer
De igual forma hubiese podido
Decidir ser hombre,
Pero mujer me pareció
Más cercano al abecedario
Que se aprende uno de memoria
Y termina no olvidando
Jamás

Así yo
con los que me envían
en un canasto
por otros ríos
A ver si por ahí me salvo
o me convierto

Puede ser que me parezca
Cada vez más a
La indeseable
La no-arquitecta
La no-abogada insolente
Que habitará para siempre
En las afueras del mundo

Yo decidí ser mujer
No dolorosa


MANÍA


Tengo la insólita manía
de ser mujer
además de un evidente tic
en las caderas

Así entonces,
como que bailo
cuando camino
y me hago cargo
de todas las miradas.

Pero esta insólita manía
de ser mujer
ha terminado
en pechos
y menstruaciones que me despiertan
en mitad de la noche.

Solo para que lo consideren
antes de sentenciarme.


Volvió el trencito a cruzar los Andes y decidió recalar en nuestra ciudad de General Pico, para traerles los trabajos de tres adolescentes, Mariana, Facundo y Gabriel, todo alumnos míos y que prometen en esto de la literatura. Los trabajos de Mariana y Gabriel son tarea realizada en clase como trabajo solicitado para Música (materia que enseño). De Facundo lo es el primero, el segundo es una historia que escribió por el placer de contar sus andanzas. Me ha prometido que el relato futbolero tendrá un segundo capítulo, esperemos que cumpla.
Pero los presentamos por orden:
·        MARIANA RE, 15 años, alumna del 9º V de la Unidad Educativa Nº 14. Su trabajo está basado en la letra del tango "Los Mareados"
·        FACUNDO ROLDÁN, 15 años, alumno de 9º V de la UE14. El primer trabajo está basado en la letra del tango "Nostalgias"
·         GABRIEL MDROZ TEBES, 14 años, alumno del 8º VII de la UE14. Su trabajo derivó de la audición de un tema musical sobre el que había que crear una historia según lo que les sugiriera la música.   
Mariana y Facundo han participado, asimismo, en el transcurso del año 2.003 en un certamen organizado por el Instituto Católico de Acción Social de esta ciudad, habiendo obtenido (junto con otros dos compañeros pues era en equipo) un premio.

AMOR VOLÁTIL (Mariana Re)


         La vi por primera vez en el Tortoni, grande la sonrisa, ardiente la mirada, bailando con gracias mientras sonaba, incesante, la hermosa melodía del bandoneón. De inmediato fui presa de su encanto y me prometí no salir de allí sin saber su nombre.
         Un buen amigo nos presentó. Cómo no enamorarme de esos ojos azabaches que parecían observarlo todo (y los míos, sólo la miraban a ella). Y si bien creía que ya era viejo y no existía esperanza alguna de que la ilusión retornase a mí (desencantado de tantos amores frustrados) pronto me hallé amando perdidamente a esa maravillosa, única mujer.
         Juntos recorrimos de la mano un bello camino; la intensidad de mi amor por ella me llevaba a hacer cualquier cosa, cualquiera, para satisfacer sus deseos. O para satisfacerme a mí, como me ocurría siempre al ver su expresión complacida. Contemplaba embelesado su cincelado perfil, la larga cabellera, el cuello frágil ... su boca era mi perdición. Mi pasión no tenía límites.
         Y sí, todo lo hermosos es efímero, cual una burbuja que se revienta al caer, levemente, contra la hierba. Su amor por mí se fue evaporando lentamente, y al fin llegó el día, ese funesto día, en el que decidió que tomáramos senderos distintos.
         Con el corazón en la mano y los ojos llenos de lágrimas (sí, de lágrimas: ¿quién dijo que los hombres no lloran?) imploré que se quedara. Y con un “no” rotundo se fue de mi vida: nunca de mi corazón

NOSTALGIAS ... (Facundo Roldán)

         Luis llegó al bar “La Cucaracha” a las diez y cuarto de la noche. Poca gente había allí ... casi nadie: tres borrachos “madrugadores” discutían, filosofaban acerca de cuestiones poco cuerdas.
         Se acomodó en una punta de la barra, como para tener panorama. Le pidió a Felipe, el cantinero, “lo de siempre”: caña doble.
         Felipe lo conocía. Si pedía vino, venía cansado; si quería cerveza estaba de festejo o algo por el estilo. Pero el problema venía si le ordenaba una caña: esto era señal de que le habían “cortado el rostro”. Y ni contarles cuando era caña doble: era claro que quería borrar los besos de la engañera.
         Ni siquiera necesitó preguntar que pasaba. Felipe solo dijo:
         -¿Cómo era?
         -La más dulce – respondió
         -Cuidado que la caña es igual – bromeó el cantinero
         -Sí, pero ella seguro que no me va a engañar – retrucó
         -¡Epa! ¿Venía por ese lado?
         -Es que yo confiaba en ella ...
         Hablaba de Eva. Una mujer que había hecho que Luis perdiera la cabeza. Hasta él se había dado cuenta que nunca le había pasado algo semejante.
         -¿La encontraste con otro?
         -No: la ví en la calle – respondió el bebedor
         -¿Pero era seguro? Mirá que puede ser un amigo ... es sabido que si sos celoso ...
         -¿Vos te daría un beso laaaargo con alguna amiga?
         -Es que no tengo
         -¿Y si tuvieras?
         -¡Nunca!
         Luis tenía el corazón roto. Pero no quería caer tan bajo como para rogarle a una mujer. Aunque ...
         Él no quería nada más que ella volviera. Sabía que le iba a ser imposible soportar que otro le hablara del amor y sus cosas. Creía que se había acabado todo: sentía que las rosas fragantes de su juventud ya se marchitaban. O él mismo las marchitaría ... entre la melodía de ese tango que sonaba tan lejano como ella.
         Pero se dio cuenta que no podía seguir desvelándose y buscando consuelo donde nunca lo encontraría.
         Por eso decidió salir. Salir.
         Saludó afectuosamente a Felipe y se fue.
         La noche negra, sin estrellas ni luna lo recibió fríamente con los primeros indicios de esa niebla matinal que tan molesta es para el bebedor.
         Sin embargo éste no era su caso, porque era como si su vida se mezclara con esa especie de helada. Ya presentía que su cama estaría igual, sin el fuego de la respiración y los besos de la traicionera.
         Se resignó. Ya había pasado mucho tiempo desde su visita a Felipe y el sol asomaba.
         Como la lucidez le volvió al cuerpo, reaccionó y se dijo a sí mismo que él, Luis Carnevale, el picaflor porteño no podía seguir sufriendo (aunque no sufrió mucho que digamos) por una mujer. Por eso decidió salir a buscar una enfermera para sus penas.
         Hace poco lo vi y estaba contento con Felisa, su nueva conquista.
         Pero, entre nosotros, me han contado que de vez en cuando vuelve con Felipe y brinda por los fracasos del amor.

EL DUEÑO DE LA PELOTA


         Hora de la siesta. El sol hacía notar su presencia. Las 2:15 y empezamos a llegar al potrero de la vuelta, los prófugos, escapando del obligado sueño vespertino: cuando los viejos roncaban lindo salíamos rajando.
         Nos juntábamos ... ¡bah! digo nos juntábamos pero yo solo iba a mirar, nada más. No participaba porque los pibes se habían empecinado en decir que era un patadura. Para mí no era así. Pero si Alberto y Javier (alias “El Chapa”) no querían, no había nada que hacer. Claro, porque Alberto era el jefe de los equipos (manejaba todo y a todos) y Javier el dueño de la pelota.
         Este sencillo pero estricto ritual de caernos a la misma hora todos los días en la canchita para el picadito, nunca sufría inconvenientes. Salvo cuando llegaban primero los grandulones de la otra cuadra y nos echaban sin miramientos. Ahí no nos quedaba otra que irnos a la calle, enfrente del almacén del Turco, donde los pocos autos que pasaban lo hacían casi a propósito para interrumpir.
         Pero vayamos a lo que pasó un ... martes. Sí, era martes.
         El calor había menguado por la brisita que se había levantado, aunque ésta también complicaba con el tema de la tierra que volaba.
         Ya habían pisado, los equipos estaban armados y casi listos: preparaban sus “estrategias” como si se tratara de la guerra misma.
         Lo pero de todo, era que en el momento en el que la blanca diosa comenzaba a rodar, desaparecían tácticas, posiciones y todas esas cosas, dando lugar al más hermoso juego jamás inventado: el fútbol. Pero no cualquier fútbol. Era el de la improvisación, donde el instinto que todo pibe lleva en la sangre goza de libertad de expresión.
         Aunque ellos lo hacían, porque trataban a la pelota con la delicadeza y sutileza dignas de una reina. Salvo el Gordo Álvarez, que le daba con alma y vida desde cualquier lado y para cualquier lado. Ahora que lo pienso ¿por qué él jugaba y yo no? Bueno, creo que son cosas de chicos, no vale la pena.
         ¡Uy! Me fui por las ramas. Prosigo.
         Empezó el partido y así, de sopetón, llegó el primer gol. El equipo de Javier jugó la bocha por abajo y llegó el primero, con exquisita definición de quien era el mejor, sin discusión: el Chapa Cardozo. ¡Qué jugador! Cuando se dice “tal futbolista la tiene atada” se considera un poco exagerado.
         Pero el Chapa tenía “La Gotita” en esa zurda. Hacía lo que quería.
         Parecía que, más que dueño, era el amo de la Nº 5. Ella obedecía todas sus órdenes al pie (¡je!) de la letra.
         Nosotros creíamos que al haberlo visto jugar tanto tiempo, habíamos visto todo lujo y recurso que existiera. Pero estábamos equivocados.
         Esa tarde está grabada a fuego en mi memoria. Más allá del calor, obvio.
         Iban 8 a 8. Llevaban dos horas de juego y estaban palo a palo.
         Era la primera vez que peligraba el invicto del equipo del Chapa. Aunque decían los del otro equipo que ya habían ganado dos veces: una porque el equipo del “Mago” Cardozo no se había presentado; y otra con un gol sobre la hora (en un partido similar a éste) que denunciaban mal anulado por una supuesta mano del hijo del carnicero, el Ariel. Cuando me preguntaron a mí, acusé haberme dormido, porque si declaraba algún ganador ya me veía venir la gresca que se desataría.
         ¡No iba a terminar más!
         Aunque ese, es otro tema.
         La cosa es que se decía “la tercera es la vencida” y el equipo del Javi tenía verdadero miedo.
         En eso el Gordo Aníbal Álvarez le pegó un patadón asqueroso casi desde mitad de la cancha (que nos dolió a todos) y pasó algo increíble, que espero poder explicar.
         A mí me pareció ver todo en cámara lenta, y es el día de hoy que lo recuerdo con la nitidez de una película en mi retina.
         Cuando la pelota salió disparada desde la alpargata mugrienta del muchachote, todo nos dimos cuenta que el destino final era el ángulo del rústico arquito.
         Entonces ocurrió el milagro: un chiflido cortito resonó en el silencio siestero. Era el Chapa que llamaba a su fiel compañera. Todos los jugadores miraron para el lado del autor del sonido. Todos, menos yo. Al igual que Cardozo mantuve la vista clavada en la esférica saeta, que, cuando solo le faltaban 30 cm más o menos para convertir al Álvarez en ídolo, dibujó una extraña parábola en el denso aire del estadio, cambiando su rumbo. ¡Síííí!!!! La perlota ahora iba en dirección contraria, derechito, derechito hacia el pie de su amo.
         Los demás no alcanzaron a percibir la fantástica acrobacia (bueno, en realidad no sé como llamarla), sólo vieron a la bocha caer como dormidita en la zurda del Chapa, justo en el momento en el que éste iniciaba una hermosa gambeta, eludiendo a tres adversarios, para luego estampar el 9 a 8 favorable al invencible equipo.
         Cuando terminó, me acerqué corriendo para constatar si alguien había visto lo que yo. Pero no. Nadie sabía nada. Lo único que hacían era echarle la culpa ... mirá, me acuerdo y me río: ¡al viento!, también al palo (suponían que ahí se había estrellado) y a demás pavadas.
         Hasta que el mismísimo Gordo se acercó. Lo interrogué para saber que sabía ... o que sentía.
         Entonces, con una aflicción y una tristeza que casi lo llevan a las lágrimas, hilvanó una frase que no me explicó nada. Pero hasta el día de hoy me mantiene conforme.
         Él me miró y me dijo:
         -Y, viste, el fútbol tiene estas cosas. Pero ojo ¡eh!: siempre, siempre da la revancha


LA CASA MEIS (GABRIEL MDROZ TEBES)

         En la Casa Meis de la Avenida Mytre de Holywood, crujían los techos y la terraza se caía y al otro día volvía a estar en su lugar.
         Un día la noche estaba más tenebrosa que nunca. Yoni Elf y Toni Tiquelsen decidieron investigar porque la terraza se caía y volvía a estar en su lugar al otro día.
         Abrieron la puerta con un crujido como si rechinara la bisagra, subieron las escaleras, y los escalones se estampillaban por el piso. Llegaron a la terraza y la terraza se cayó y los chicos gritaron.
         Cuando miraron era el proyector de imágenes del antiguo propietario, que había quedado encendido y hacía crac ... crac ...
         Y esa era la incógnita, porque la terraza se caía y volvía a estar al otro día.

Y nos estamos yendo.... Ojalá disfruten el paseo y recuerden: quienes quieran participar de estas Letras... con algún/os trabajos (poesía o cuento), por favor remitan los mismos junto con una minibiografía. ¡¡Los espero!!
Para todos los amig@s un abrazo

CRIS FERNÁNDEZ